Micaela apenas dobló por el pasillo cuando escuchó la voz envidiosa de Verónica.
—Lara, de verdad te envidio, no sabes lo afortunada que eres de que la doctora Zaira te haya aceptado como su última aprendiz. Seguro que tu futuro será brillante.
—Mi maestra tiene grandes expectativas para mí. Con ella guiándome, seguro avanzo mucho más rápido.
—Ahora que la doctora Zaira está respaldando todo, Micaela ya no tiene manera de colarse. Mira, la sacaron de inmediato.
—Quien no tiene capacidad, termina así. En el mundo científico no hay lugar para los débiles —añadió Lara, con un tono burlón.
Cuando ambas se alejaron, Micaela salió del pasillo y regresó a la oficina para recoger sus cosas. Ramiro llegó a buscarla para platicar. Él ya había movido algunos hilos para buscar un donante compatible para ella en el banco de genes global. Si encontraba una coincidencia, le avisaría de inmediato.
—Ramiro, muchas gracias.
—No tienes que agradecerme, pero tampoco te desanimes. Todos hemos visto de lo que eres capaz —le dijo Ramiro, tratando de animarla.
Micaela forzó una sonrisa.
—Lo sé, voy a dar lo mejor de mí.
Joaquín, por su parte, estaba tramitando el registro de Micaela para el examen. Poco después, le envió una prueba de evaluación.
[Mica, antes de inscribirte al examen, necesitas hacer esta evaluación. Si la resuelves bien, podré solicitar que te permitan presentar el examen de salto de grado.]
[Está bien, Joaquín. Mañana temprano te la envío.]
[No hay prisa, tómate tu tiempo y responde con calma.]
...
Verónica, que justo iba a entregarle unos documentos a Joaquín, lo vio imprimiendo una solicitud. Se acercó con curiosidad.
—¿Qué es eso, Joaquín?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Divorciada: Su Revolución Científica