Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 217

La mirada de Gaspar buscó a Micaela, claramente preguntándole con los ojos si le había contado a su hija sobre el divorcio.

Micaela sostuvo su mirada unos segundos. Seis años de matrimonio bastaban para que Gaspar pudiera leerla sin esfuerzo.

—Mamá ha estado muy ocupada en el trabajo estos días, déjala descansar un rato —dijo Gaspar a su hija, con una voz suave.

—Bueno... —Pilar, aunque era pequeña, ya se daba cuenta de que últimamente sus papás no la acompañaban juntos como antes.

...

Esa noche, mientras Micaela luchaba por avanzar con su tesis, recibió una notificación de la escuela de Pilar.

La tomó y la leyó por encima: la escuela había conseguido que una pianista internacional se integrara como profesora invitada para el semestre. Había clases de piano aseguradas para los niños.

Acto seguido, llegó otro mensaje con una “noticia especial”. Micaela lo abrió y su cara cambió de golpe.

¿Samanta contratada como asesora de la escuela?

En cuestión de minutos, el chat de padres ardía. Todos comentaban emocionados, agradeciendo a la escuela por conseguir a una pianista de ese nivel para guiar a sus hijos en el arte.

Pero Micaela no podía dejar de dudar. ¿Samanta de verdad venía solo como asesora?

En el fondo, sospechaba que Samanta solo buscaba una excusa para acercarse a su hija, ganarse su cariño y preparar el terreno para convertirse en su madrastra.

¿No que estaba embarazada?

Micaela apretó los dientes. Intuía que Gaspar debía estar detrás de todo esto, dándole luz verde por su cuenta.

Por culpa de esto, Micaela no pudo tener un buen fin de semana. El domingo a las cinco de la tarde, Gaspar regresó a Pilar.

Micaela tomó de la mano a su hija y se dio la vuelta para entrar a la sala, pero cuando Gaspar estaba por irse, de pronto Pilar arrugó la boca y rompió en llanto.

—¿Qué te pasa, Pilar? —preguntó Micaela, alarmada, agachándose para mirarla a los ojos.

—Quiero a mi papá, ¡buaaa! No quiero que mi papá se vaya, quiero que se quede conmigo —Pilar soltó la mano de Micaela y corrió hacia la puerta, abrazando la pierna de Gaspar con desesperación.

El corazón de Micaela se encogió.

Con apenas cinco años, era natural que Pilar anhelara tener a sus papás juntos.

Por su hija, Micaela no podía ser dura. No soportaba verla tan triste.

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