Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 260

Platicar con el Dr. Smith le abrió un mundo nuevo a Micaela. Tanto así, que hasta las doce y media fue cuando por fin se animó a ir al comedor.

Al sentarse a comer junto al Dr. Smith, notó que Lara y Samanta ya estaban ahí. Lara le lanzó una mirada en la que se asomaba la envidia. No podía evitar preguntarse: ¿de dónde había sacado Micaela los contactos para acercarse al Dr. Smith? Ese día, tantos soñaban con poder intercambiar ideas con él; hasta la propia Lara anhelaba una oportunidad para platicar un rato.

Al notar que Lara andaba distraída, Samanta intentó tranquilizarla.

—No te preocupes. Esta noche le diré a Gaspar que te arregle una reunión con el Dr. Smith.

—¿De veras? —Lara casi brincó del asiento.

Samanta sonrió, levantando una ceja con cierto aire de triunfo.

—Claro que sí. Yo también conozco al Dr. Smith, de hecho somos bastante cercanos. Su laboratorio fue financiado por Gaspar.

Lara se quedó boquiabierta. ¿Cuántos laboratorios médicos habrá financiado Gaspar en todo el mundo? ¿Cuánta lana tendría ese tipo? Con un cuñado así, conseguir recursos médicos sería pan comido.

Pensó en lo que perdería si Micaela y Gaspar se divorciaban. Sin duda, sería una de las peores pérdidas de su vida.

...

Por la tarde, comenzó el evento principal. La ponencia del Dr. Smith se llevó los aplausos de todos, dejando a la audiencia con la sensación de haber aprendido algo invaluable.

El propio alcalde pasó a saludar. Micaela y Ramiro apenas salían del salón cuando los sorprendió la imagen de Gaspar platicando con el alcalde.

El alcalde, al verla, la saludó con una amabilidad inesperada.

—Señorita Micaela.

Micaela, un poco apenada por la atención, se acercó de inmediato.

—Alcalde, buenas tardes.

Gaspar frunció ligeramente el entrecejo. No esperaba que Micaela conociera al alcalde, y menos que se saludaran con tanta confianza.

—La próxima vez que tenga un momento libre, organizaremos una comida sencilla —propuso el alcalde con una sonrisa.

A Micaela le ardieron las mejillas. ¿Será que hasta el alcalde sabía que Anselmo sentía algo por ella? Aunque, pensándolo bien, alguien tan ocupado como él no tendría tiempo de andar fijándose en esos detalles.

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