Lara pareció soltar de golpe todo el resentimiento que había estado guardando por más de un año.
Micaela se quedó pasmada, observando a Lara. La verdad era que últimamente había estado tan ocupada en el trabajo que ni siquiera tenía tiempo para preparar esa presentación. Si Lara quería tomar el lugar, Micaela no pensaba pelear por eso.
—Le avisaré a Leónidas. Ve y prepárate —dijo Micaela con voz tranquila.
Lara se quedó en shock. —¿Qué quieres decir?
—La presentación es tuya —respondió Micaela, agarrando su bolso y disponiéndose a salir.
Hace un momento, al enterarse de que Micaela reemplazaría a Ramiro en la presentación, Lara se había llenado de coraje y fue directo a buscarla para reclamarle. No esperaba que Micaela le cediera el puesto tan fácil.
Algo no cuadraba. ¿Qué tramaba Micaela?
¿Será que la menospreciaba?
¿Pensaba que Lara no tenía la capacidad para hacer esa presentación?
Molesta, Lara le bloqueó el paso y, frustrada, exclamó:
—¿Qué significa eso? ¿Ahora me lo das como si fuera una limosna?
Micaela la miró con aburrimiento.
—¿No querías la oportunidad? Ahí la tienes.
—¡Yo quiero una competencia justa! —levantó la voz Lara—. No que tú me lo regales.
La mirada de Micaela se endureció.
—Estoy ocupada, no tengo tiempo para estar peleando por esto. Hazte a un lado.
Lara soltó una risa burlona.
—¿Me lo das por buena voluntad o porque tampoco confías en que puedes con la presentación? Mira que ese día vendrán los más importantes de la comunidad científica. Seguro también te da miedo el escenario.
Micaela puso los ojos en blanco.
—Si tienes tanto tiempo para decir tonterías, mejor ponte a preparar tu discurso.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Divorciada: Su Revolución Científica