—Lara, ¿estás segura de que puedes hacerlo? —preguntó Leónidas, clavando la mirada en ella.
Lara enderezó la espalda y contestó con firmeza:
—Sr. Leónidas, claro que sí, le aseguro que lo lograré.
—Perfecto, entonces prepárate —asintió él, dándole luz verde.
Cuando Lara salió de la oficina de Leónidas, por fin pudo soltar el aire contenido. Esta vez, la oportunidad de dar el discurso era suya. Nadie se la iba a arrebatar.
No podía darse el lujo de fracasar.
Tras dos noches sin dormir, Lara al fin terminó el primer borrador de su discurso. Luego se dedicó a pulirlo, simplificándolo y mejorando los detalles. Una vez satisfecha, lo envió directo al correo de Leónidas, esperando su revisión.
En esos días, Micaela también avanzaba sin tropiezos en el trabajo. Las pruebas con Héctor estaban saliendo de maravilla.
Ya casi era hora de la reunión matutina del miércoles.
—Betina, avísale a Leónidas que hoy no podré ir a la junta. Tengo una videollamada con el doctor Héctor —dijo Micaela, marcando la extensión interna.
—¡Claro! Le aviso en un rato —respondió Betina animada.
Justo antes de que empezara la reunión, el celular de Leónidas vibró. Al ver quién llamaba, se puso tenso y contestó sin demora.
—¡Hola, Sr. Gaspar!
—¿Por qué cambiaron los nombres del discurso en la lista de la conferencia? ¿Dónde está Micaela? —la voz de Gaspar sonó tranquila, pero con ese tono que no admitía discusión.
Leónidas recordó enseguida que la noche anterior, en la versión final que había enviado, el nombre de Micaela ya no aparecía. Se apresuró a explicar:
—Verá, Sr. Gaspar, Micaela está hasta el cuello de trabajo, así que decidimos que Lara la reemplazara para la presentación.
Ella se quedó sorprendida.
—Pero… Leónidas, yo ya le cedí ese lugar a Lara.
—Lo sé. Lara ya tiene el discurso listo, pero… —Leónidas dudó, pero al final se atrevió—. El asunto es que Gaspar me llamó hace un momento. Dijo que quiere que seas tú quien hable, que esta presentación es demasiado importante para arriesgarnos.
—Lara tiene capacidad de sobra —replicó Micaela, sin dudar. En el fondo, ella sabía que Gaspar tenía sus motivos: Lara era la futura cuñada de Samanta, y aunque cometiera algún error, con Samanta hablando bien de ella, Gaspar seguro la perdonaría.
Leónidas no pudo evitar mostrarse inquieto.
—Micaela, no es decisión mía. Sabes que la reputación de InnovaCiencia Global en el área de biotecnología depende de esta presentación. No podemos permitirnos ni un error.
—Estoy ocupadísima, no tengo tiempo de preparar un discurso. Disculpa —dijo Micaela, y sin mediar palabra más, giró sobre sus talones y salió, cerrando la puerta tras de sí.
El sudor volvía a correrle a Leónidas. ¿Por qué Micaela insistía en no querer subir al escenario?

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