Al día siguiente, Micaela recibió una llamada directa del vicepresidente de la Fundación Rojas. Querían invitarla a subir al escenario y dar un discurso para el nuevo programa de apoyo a jóvenes talentos, ya que era uno de los proyectos benéficos en los que ella había invertido a través de la fundación.
Al principio, Micaela pensó en rechazar la invitación, pero al considerar que este plan ayudaría a formar más investigadores y aportaría a la ciencia, no pudo negarse.
La noche del miércoles, Jacobo le mandó un mensaje recordándole la actividad de la fundación a las diez de la mañana.
[Micaela, no olvides que mañana a las diez tenemos el evento de la fundación.]
[Voy a llegar puntual.]
...
Temprano al día siguiente, Micaela llevó a su hija hasta la puerta de la escuela. Justo en ese momento, se encontró con la mamá de Jacobo, quien también iba dejando a Viviana.
Micaela se acercó a ella y saludó con educación.
—Sra. Montoya, buenos días.
Felicidad le devolvió el saludo con un leve movimiento de cabeza, pero en su mirada se notaba cómo la observaba con detenimiento, casi como si la estuviera evaluando. Sin embargo, para su sorpresa, en el rostro de Micaela no había ni rastro de querer agradarle o acercarse más de la cuenta.
Después de saludar, Micaela se dio la vuelta, subió a su carro y arrancó sin más.
Felicidad quedó un poco desconcertada. Si las cosas eran como Adriana le había contado, ¿no se suponía que Micaela debería buscar la manera de quedar bien con su futura suegra?
Incluso después de dejar a su nieta, Felicidad seguía dándole vueltas al asunto. En los últimos días, había notado que su hijo evitaba hablar sobre Micaela y tenía una actitud muy firme respecto al matrimonio arreglado.
La verdad, ella tampoco quería forzarlo a casarse. Solo esperaba que, ahora que su hijo estaba a cargo de la empresa, tuviera el camino más sencillo, y para eso, un matrimonio estratégico era la mejor opción.
...
Ese día, Micaela le pidió permiso a Zaira para ausentarse por la mañana, ya que la Fundación Rojas iba a presentar varios proyectos importantes y desde temprano habían llegado periodistas listos para grabar todo.
—Señorita Micaela, bienvenida —la recibió una asistente que, al verla, se acercó de inmediato.
En el evento de la fundación había reunidos muchos profesionales y talentos de diferentes áreas. Apenas Micaela entró al salón, vio que Jacobo estaba conversando con algunos empresarios veteranos. Hoy vestía un traje azul marino que le daba un aire elegante y lleno de energía.
Al verla, Jacobo se excusó con quienes lo rodeaban y se acercó a ella.
—Qué bueno que llegaste —la saludó con naturalidad, como si fueran amigos de toda la vida.
Micaela respondió con una sonrisa.
—Hoy has de andar a mil.
La fundación de Natalia Rojas la dirigía ahora Jacobo, y considerando que acababa de tomar las riendas de la empresa familiar, debía estar bastante ocupado.
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