Samanta y Lionel caminaron juntos hasta el jardín trasero. El ambiente ahí era tan tranquilo que solo se escuchaba el murmullo lejano de la brisa entre los árboles. De repente, Samanta se giró con rapidez. Lionel, distraído, no alcanzó a frenar y terminó chocando con ella. Sus labios rozaron la frente de Samanta en un descuido tan fugaz como inesperado.
Lionel se apartó apurado, con el nerviosismo pintado en el rostro.
—Perdón, yo...
Samanta se rio suave, restándole importancia.
—No pasa nada. La que se detuvo de golpe fui yo, pensé en algo que quería decirte y no me fijé que venías justo detrás.
Los ojos de Lionel se posaron en Samanta con una intensidad que la hizo sentir observada, pero ella, de pronto, se puso seria.
—Lionel, ¿tú qué crees que estén platicando Jacobo y Gaspar?
Lionel salió de sus pensamientos, en su cara se reflejó una inquietud genuina.
—No tengo idea —soltó.
Samanta suspiró, como si cargara un peso viejo.
—Es seguro que van a terminar peleados por culpa de Micaela. Tú conoces a Gaspar, ¿no? Tiene el orgullo por las nubes. Imagínate, su exesposa casándose con su mejor amigo. Eso no se le va a quitar de la cabeza tan fácil.
Lionel asintió.
—Se le nota a leguas.
—¿No crees que Micaela lo hace a propósito? O sea, ¿y si en realidad ni siquiera le gusta Jacobo? ¿Si solo lo está usando para molestar a Gaspar? —preguntó Samanta, con un tono lento y calculador.
A Lionel se le notó la sorpresa.
—¿Qué estás diciendo?
—Mi hermana me contó que Micaela últimamente anda muy de cerca con un joven militar, un tipo de esos que mandan en el batallón. Yo creo que Micaela está buscando venganza, quiere que Gaspar sufra, y quiere romper la amistad que tienes con Jacobo —afirmó Samanta, convencida.
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