Felicidad sonrió y dijo:
—No es molestia, de hecho, ya le pedí a la señora que comprara todo para la cena.
Viviana y Pilar subieron al carro de Micaela y partieron rumbo a la casa que Jacobo tenía cerca de ahí.
Mientras tanto, Felicidad iba sentada en el asiento del copiloto del carro del chofer y marcó el número de su hijo.
—¿Hola? ¡Mamá! ¿Qué pasó? —contestó Jacobo.
—Esta noche quiero que vengas a cenar a la casa.
—Ma, sabes que ando a las carreras... Hoy tengo una videollamada de trabajo.
—Si no vienes, te vas a arrepentir —Felicidad soltó un suspiro. Su hijo siempre estaba tan ocupado que casi ni lo veía, y eso ya la tenía algo molesta.
—¿Por qué me voy a arrepentir? —preguntó Jacobo, curioso.
—Esta noche invité a Pilar a cenar en la casa —Felicidad alargó la frase a propósito—. Además, Micaela también va a venir.
Del otro lado del teléfono se escuchó el ruido de una silla arrastrándose y la voz de Jacobo, emocionada:
—¡Ma, ¿por qué no me dijiste antes?! Ya voy para allá.
—¿Y la junta en video?
—No importa, no es nada urgente. ¿Quieres que lleve algo a la casa?
—Compra algo de fruta que le guste a Micaela —dijo Felicidad, sonriendo satisfecha.
...
En el carro de Micaela, los dos niños iban en el asiento de atrás, platicando sin parar, felices como lombrices.
Micaela miró el rostro sonriente de su hija y no pudo evitar que se le dibujara una sonrisa. Últimamente, el trabajo la tenía tan absorbida que había dejado de lado esos momentos con su hija.
Al llegar al estacionamiento del fraccionamiento más caro del viejo centro, Micaela tomó de la mano a los dos peques y subieron juntos en el elevador.
Felicidad ya los esperaba en la puerta.
—Micaela, pásale, siéntate —la invitó con entusiasmo, sin mencionar que su hijo iba a regresar a casa.
...
Por otro lado, Jacobo manejaba rumbo a casa desde la oficina. En el camino, Lionel lo llamó.
—¿Qué onda, Jacobo? Hoy aparté mesa en el bar, ¿te animas a venirte a relajar un rato? —preguntó Lionel.
—Hoy no puedo —contestó Jacobo de inmediato.
—¿Y eso? ¿A dónde vas?
—Voy a cenar a la casa.
—Pues también podemos ir a cenar afuera. ¿A poco la comida de la casa sabe mejor?
—Hoy Micaela va a llevar a Pilar a cenar a mi casa. ¿Tú crees que la comida sabrá igual? —reviró Jacobo.
Lionel se quedó callado, sin palabras.
—Bueno... será para la próxima —dijo al fin, y colgó.
...
El celular de Micaela vibraba sobre el sillón. Pilar, que jugaba cerca, lo notó y al ver que era Sofía, contestó:
—¿Bueno? Señora.
—Pilar, ¿por qué tú y tu mamá no han llegado a casa?
—Señora, no nos prepare cena. Vamos a cenar en casa de Viviana.
—Está bien, gracias por avisar, niña —respondió Sofía, divertida.
...
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