Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 478

Emilia tomó del brazo a Micaela, insistiendo en que hoy debía acompañarla a jugar un par de rondas. Micaela aceptó con una sonrisa, sin dudarlo.

Mientras tanto, en el césped exterior, Samanta marcó el número de Adriana y le contó todo lo que acababa de pasar: cómo había querido comprar el florero para regalárselo a Florencia, pero Micaela se le adelantó y lo consiguió antes.

—¿Qué dijiste? ¿Ella sabía que querías el florero para dárselo a mi abuelita y aun así te lo quitó? —del otro lado, Adriana explotó.

—Yo ya había ofrecido seiscientos mil pesos, pero ella subió la oferta a un millón de inmediato. No quería que se lo regalaras a Florencia, eso es más que claro.

—¡Qué descarada! Y pensar que mi abuelita la quiere tanto. Ahora va y le arrebata su florero favorito. ¿Qué se trae esa tipa? Cuando mi hermano se divorció, no debimos dejarle tantas empresas; ahora se siente con derecho de hacerte esto —Adriana ya sentía coraje por Samanta.

Samanta esbozó una sonrisa, sin darle demasiada importancia.

—No es para tanto, solo me da tristeza que Florencia no pueda recibir ese florero.

—Esto se lo voy a contar a mi abuelita. Tiene que saber la clase de persona que es Micaela, para que vea que no es tan buena como parece —contestó Adriana, y luego intentó animar a su amiga—. Samanta, no te agobies, mi abuelita ha visto de todo y tiene muchas cosas mejores. No te lo tomes tan a pecho.

Samanta curvó sus labios, satisfecha. Eso era exactamente lo que quería: que Adriana se encargara de contarle todo a Florencia, para que la abuelita empezara a ver a Micaela como alguien desconsiderada.

...

En ese momento, Micaela platicaba con la señora Villegas. Ella le dirigió una mirada llena de gratitud.

—Hoy sí que te hiciste un gasto importante.

La señora Villegas había notado desde el inicio la verdadera intención detrás de la compra de Micaela. Más que adquirir el florero, lo que buscaba era aportar con una donación. Ella sabía bien que Micaela era una joven generosa y de buen corazón.

—La última vez escuché a Anselmo decir que fuiste a trabajar a su base por una semana. ¿Se llevaron bien? —preguntó la señora Villegas con una sonrisa cálida.

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