—Gaspar aún no había dicho nada, pero Lionel fue el primero en soltar el elogio: —Jugaste muy bien.
El brazo de Micaela ya sentía el cansancio; mientras se sobaba, Jacobo se acercó con dulzura.
—¿Te duele el brazo?
Micaela asintió, sonriendo.
—¿Regresamos ya?
—Claro —respondió Jacobo, tan dispuesto que quedaba claro que él no había venido a jugar, sino por otra razón.
Micaela se agachó para recoger su bolso, pero Jacobo se adelantó y lo tomó por ella, actuando como el novio más atento del mundo.
Apenas habían dado unos pasos los tres, cuando Gaspar habló desde atrás.
—Vámonos también.
—¿Eh? ¡Pero si acabamos de llegar! —Samanta hizo un puchero, con sus labios pintados rojos.
—Seguro Gaspar tiene cosas que hacer. Samanta, si quieres, yo me quedo a echar unos tiros contigo —sugirió Lionel.
Pero Samanta cambió de idea de inmediato.
—Ya no, el sol está muy fuerte. Mejor nos vamos.
Gaspar, sin poder evitarlo, miró a Micaela y a los otros dos. Jacobo había dicho algo y tanto Micaela como Emilia soltaron la risa al mismo tiempo.
Lionel notó la expresión de Gaspar y, acercándose, le dio unas palmadas en el hombro.
—Gaspar, si todavía sientes algo por Micaela...
—No hay ningún “si” —lo interrumpió Gaspar con voz cortante, agarró su bolsa de palos y se adelantó sin mirar atrás.
Lionel había hablado en voz baja, y Samanta, que estaba agachada guardando sus cosas, ni cuenta se dio.
Cuando Samanta estuvo lista, Gaspar ya se había alejado unos diez metros.
Lionel, cargando el bolso de Samanta, no pudo evitar comentar:
—La verdad, Micaela y Jacobo se ven bien juntos.
Samanta se giró de golpe, mirándolo fijamente.
—¿No pusiste atención a lo que te advertí la última vez, Lionel?
—De verdad, a ustedes les encantan las mujeres que parecen santas, pero siempre salen igual de engañados.
Aunque tenía sus dudas, Lionel deseaba en el fondo que Micaela no jugara con los sentimientos de Jacobo.
...
Cuando Micaela y Emilia salieron al estacionamiento, vieron que Jacobo ya las esperaba ahí. Justo en ese momento, el celular de Emilia sonó. Revisó la pantalla y contestó con una sonrisa: era Carlos invitándola a la playa.
—¿Qué tal si te vas con el señor Jacobo en su carro? —preguntó Emilia, guiñándole un ojo.
—¡Sí, ve tranquila a tu cita con Carlos! —le animó Micaela, sabiendo que su amiga no podía dejarlo esperando.
En ese instante, Gaspar pasó junto a Micaela con una mano en el bolsillo. Jacobo le hizo una señal con la cabeza.
—¿Ya te vas?
—Sí, tengo asuntos pendientes en la empresa —contestó Gaspar, y se dirigió a su carro.
—Micaela, ¿trajiste carro?
—No, hoy no traje. Escuché que vives cerca, señor Jacobo, ¿te molestaría llevarla? —intervino Emilia con una sonrisa.

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