Micaela regresó al carro y le platicó a Carlos lo que acababa de pasar. Carlos se quedó sorprendido.
—¿El señor Gaspar solo quiso decir eso?
—Por ahora, parece que sí.
—Micaela, revisé otra vez tu acuerdo de divorcio. El contrato está bien, pero en las cláusulas adicionales, el señor Gaspar se dejó una puerta abierta.
Micaela apretó el volante con fuerza.
—¿A qué te refieres?
Carlos, del otro lado de la línea, se tomó unos segundos para elegir sus palabras.
—Desde el punto de vista legal, el señor Gaspar se reservó el derecho de modificar la custodia en las cláusulas adicionales. Pero, por lo que mostró hoy, me da la impresión de que tiene otro propósito oculto.
Micaela frunció el ceño.
—¿Qué clase de propósito?
—Me parece que él te está poniendo a prueba.
—¿Probando qué? —Micaela se mordió el labio, inquieta.
—Está viendo qué tanto te importa Jacobo —aventuró Carlos—. Micaela, ¿no has pensado que el señor Gaspar en realidad…
—Ni lo digas —lo interrumpió Micaela, cortando sus palabras antes de que pudiera decir algo que la molestara.
Carlos tosió, algo incómodo.
—Quizás me equivoqué. Pero que él mismo haya propuesto quitar la cláusula de no casarte en cinco años, y luego renuncie de pronto a pelear por la custodia… no parece su estilo.
Micaela no le reprochó a Carlos por pensar así. Después de todo, él no había convivido con Gaspar durante seis años; no conocía la forma en que actuaba en realidad.
Ese hombre era un experto en manipular a las personas y jugar con sus emociones.
—De todos modos, hay que estar atentos —advirtió Carlos antes de terminar la llamada.
Al colgar, Micaela revisó la hora y arrancó rumbo al laboratorio.
...
Al llegar, se sumergió en su trabajo, pues solo así podía despejar su mente de tantos pensamientos revueltos.
A las dos de la tarde, Micaela se preparó para ir a la junta. Apenas dio la vuelta en el pasillo, vio a varios colegas rodeando a Lara. Uno de ellos exclamó con voz fuerte:
—¡Lara, cuando la empresa de tu papá salga a la bolsa, vas a ser la consentida de la ciudad!
—Desde niña nunca me ha faltado dinero, así que si mi familia tiene más o menos, ni lo siento —respondió Lara, echándose el cabello hacia atrás.
Al ver a Micaela acercarse, Lara añadió:
—Aunque, en realidad, que mi papá logre sacar la empresa a la bolsa, se lo debemos a una sola persona.
—¿A quién?
Lara miró directo a Micaela y sonrió.
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