Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 534

—Por lo que acabas de decir, te prometo que regresaré sano y salvo —contestó Anselmo con una sonrisa.

Micaela lo miró, pero en el fondo deseaba que hablara en serio.

Ambos se quedaron viendo por unos segundos. De pronto, Anselmo tragó saliva y, con algo de nerviosismo, le hizo una petición que podía considerarse un poco atrevida.

—¿Me podrías dar un abrazo de despedida? —dijo, y enseguida agregó—. Solo un abrazo entre amigos, de esos de cortesía.

Micaela se quedó un instante sorprendida, pero luego esbozó una sonrisa tranquila y dio un paso adelante. Abrió los brazos y lo abrazó suavemente.

—Vuelve con bien.

Cuando Micaela se separó, Anselmo la sujetó de repente con su brazo largo, rodeándola con cuidado, como si la protegiera de todo y de todos. Habló en voz baja, casi susurrando:

—Cuando regrese, invítame a comer.

—Va, te invito —respondió Micaela, con una sonrisa que temblaba un poco.

Anselmo la soltó y retrocedió con educación.

—Eso queda como nuestro trato.

Sin decir más, se dio la vuelta y caminó decidido hacia su carro.

Micaela lo vio alejarse, y sintió que una lágrima traicionera le brillaba en los ojos. Cerró los labios para contenerse y observó cómo Anselmo subía al carro.

Solo cuando el carro desapareció de su vista, Micaela bajó la cabeza y se limpió discretamente las lágrimas del borde de los ojos. Al levantar la mirada, se sobresaltó: Enzo estaba justo frente a ella, sosteniendo un regalo.

Enzo no tenía idea de que Micaela había estado llorando. Con el regalo en las manos, no supo si acercarse o retroceder, y quedó ahí parado, incómodo.

—¿Señorita Micaela, está bien?

Micaela recuperó la compostura enseguida.

—Estoy bien, no te preocupes.

—Este es el regalo que el señor Gaspar compró en el aeropuerto el otro día. He estado tan ocupado que se me olvidó dártelo antes. Es para Pilar —explicó Enzo.

Aunque Micaela no tenía muchas ganas de aceptar el obsequio, de todas formas lo tomó.