—Pero el proyecto de Interfaz Cerebro-Máquina por ahora es solo una promesa, de esas que suenan bien en papel, aunque al menos resolvió el lío de mi cuñado y le aseguró su puesto como director ejecutivo. Algo bueno salió de todo esto, ¿no crees? —comentó Lara.
Del otro lado, Samanta forzó una sonrisa.
—Supongo que sí.
Lara colgó la llamada y, mordiendo su labio rojo, murmuró:
—Micaela… ¿de verdad eres tan talentosa o solo tuviste suerte?
...
Mientras tanto, Micaela descansaba en la oficina cuando Verónica entró radiante.
—¡Mica! Me enteré de que lograste convencer a esos accionistas, ¡qué increíble!
Micaela, visiblemente cansada, respondió:
—Por lo menos ya no van a retirar su inversión.
Verónica seguía admirada. El Grupo Ruiz había encabezado las tendencias de negocios en redes sociales estos días, y ahora, gracias a una sola intervención de Micaela, la situación dio un giro inesperado. Incluso hasta los accionistas molestos con Gaspar salieron satisfechos.
—Micaela, ahora sí que el señor Gaspar debería agradecerte de verdad —añadió Verónica.
—No necesito que me agradezca, con que se mantenga lejos de mí es más que suficiente —soltó Micaela mientras ordenaba su escritorio, sin mayor emoción.
...
Por la tarde, una noticia sacudió los medios y los grupos empresariales:
[‘El Grupo Ruiz: exvicepresidente Horacio bajo investigación policial por delitos financieros’]
Así, la batalla entre accionistas de Gaspar llegó a su fin de forma impecable.
Los temas sobre el Grupo Ruiz empezaron a desaparecer del internet. Los medios digitales, casi al mismo tiempo, dejaron de hablar del asunto.
...
A las cuatro y media, Micaela llegó al estacionamiento. Justo en ese momento, el carro de Samanta se estacionó al lado del suyo.
Samanta había ido a recoger a Lara para cenar juntas, pero no esperaba encontrarse a Micaela saliendo del trabajo.
—Vaya, qué coincidencia —saludó Samanta con elegancia al bajarse.
Micaela ni siquiera le dirigió la mirada.
—Me enteré de que ayudaste a Gaspar con su problema. Como su novia, también te lo agradezco —añadió Samanta, con voz calculada.
Micaela, a punto de subir a su carro, escuchó sin inmutarse.
—Pero por muy bueno que sea tu ex, ya no te pertenece. Espero que lo tengas claro —remató Samanta justo cuando Micaela cerró la puerta del carro.
Sin responder, Micaela subió la ventanilla, encendió el motor y se marchó.
...
En ese instante, Lara apareció caminando desde la entrada principal, bolsa en mano. Se subió al deportivo de Samanta sin dudar.
—Acabo de ver a Micaela, se nota que ha cambiado —comentó Samanta mientras arrancaba.
—Sí, ha cambiado bastante. En la empresa anda con aires de grandeza, como si InnovaCiencia Global no pudiera funcionar sin ella —respondió Lara, acomodándose el cabello. El disgusto y la envidia casi se le salían por los poros.
—¿No te habrá afectado su actitud? —le preguntó Samanta, mirándola de reojo.
Lara soltó una risa sarcástica.
—¿Yo? ¿Dejarme aplastar por ella? Para nada. En un par de años, cuando tenga mi doctorado, puedo irme a donde quiera.
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