Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 583

La sonrisa en el rostro de Micaela se desvaneció. Desvió la mirada, buscando cualquier otro punto donde posar los ojos.

Jacobo intentó relajar el ambiente con una risa ligera.

—Estábamos diciendo que Micaela se lució resolviendo el asunto de los accionistas por ti.

La mirada de Gaspar se posó en el perfil delicado de Micaela, sus ojos llenos de una frialdad cortante.

—Sí, fue todo un espectáculo —soltó, dejando en el aire un tono ambiguo.

Por un instante, el aire entre los tres pareció volverse denso, como si nadie supiera cómo seguir.

En ese momento, la puerta de la escuela se abrió. Gaspar se volvió hacia Micaela y dijo:

—Voy a buscar a Pilar.

Avanzó dos pasos, luego miró de reojo a Jacobo y levantó una ceja.

—¿Vienes?

Jacobo asintió y lo siguió sin decir nada más. Los dos hombres cruzaron el portón para recoger a la niña.

Unos minutos después, Gaspar regresó de la mano de Pilar.

—¡Mamá! —Pilar corrió y se colgó de la pierna de Micaela, alzando el rostro, con ojos llenos de ilusión—. Mamá, ¿hoy podemos cenar con papá?

—Sofía ya preparó la cena en casa —dijo Micaela, acariciando el cabello suave de su hija.

—¿Entonces puedo invitar a papá a cenar con nosotros? —insistió Pilar, con una súplica en la voz.

Micaela sonrió, un poco apurada.

—Él anda muy ocupado, mi amor. Hace rato justo dijo que tenía una reunión importante en la empresa.

—¿En serio? —replicó Pilar, y de inmediato levantó la cabeza para mirar a su papá, buscando su confirmación.

Gaspar la miró con ternura, pero sintió la presión de la mirada de Micaela, tan directa que no le quedó duda de lo que esperaba de él: seguirle el juego.

—Así es, princesa. Papá tiene cosas pendientes hoy, pero prometo que la próxima vez cenamos juntos —aseguró Gaspar, guiñándole un ojo a su hija.

—Bueno... —respondió Pilar, resignada.

—Pero todavía es temprano. ¿Te parece si vamos caminando juntos a casa? —propuso Gaspar.

—¡Sí! Caminemos —dijo Pilar emocionada, y le entregó la mochila a Micaela—. Mamá, yo me voy caminando con papá. Tú puedes adelantarte en el carro.

Micaela se quedó un momento en silencio, sorprendida por la idea, pero no quiso romper la ilusión de la niña. Tomó la mochila y se dirigió al carro, donde Viviana la esperaba.

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