—Profesor, ella es la Dra. Micaela, viene de México.
El experto mayor la miró con asombro durante unos segundos.
—Tan joven y ya con estos logros... nada mal. Ángel me habló de tu investigación sobre la leucemia, de verdad impresionante, joven.
Micaela sentía una admiración profunda por aquel hombre. Sus libros eran lectura obligatoria para ella, y los repasaba una y otra vez, incluso de madrugada.
Después de una breve charla, comenzó la conferencia. Los organizadores invitaron a varios académicos de primer nivel a subir al escenario. Cada exposición era más fascinante que la anterior. Micaela, con su cuaderno en mano, tomaba apuntes con una agilidad sorprendente, sus dedos delgados se movían a toda velocidad.
En el receso, mientras todos se servían alguna bebida caliente, Aitana se acercó con una taza humeante, viendo que Micaela seguía escribiendo sin descanso.
—Toma, tómate algo. Así te calientas un poco —le ofreció con una sonrisa cálida.
—Gracias, doctora Aitana —respondió Micaela, devolviéndole la sonrisa.
—Se nota que eres muy popular aquí, ¿eh? —comentó Aitana con picardía. Ya varios colegas extranjeros le habían preguntado por Micaela.
Micaela se sonrojó levemente y bajó la mirada.
—Aquí soy la más joven. Todavía tengo mucho que aprender de todos ustedes.
En los ojos de Aitana apareció un destello de cariño. No le sorprendía que Nico siempre hablara maravillas de esa chica. A pesar de sus logros, Micaela se mantenía humilde, sin un ápice de arrogancia.
—Me regreso a mi lugar, ya casi empieza de nuevo —avisó Aitana antes de irse.
...
La conferencia se extendió hasta las cinco de la tarde. Por la noche, Ángel reunió a un grupo de académicos y les pidió a Micaela y Aitana que se unieran.
Micaela aprovechó para enviarle un mensaje a Gaspar, avisándole que llegaría tarde esa noche.
[No te preocupes, estudia tranquila. Yo cuido de Pilar.] —respondió Gaspar.
Eso le quitó un peso de encima a Micaela. Aunque Gaspar le resultaba difícil de tratar, era la única persona en quien confiaba plenamente para dejarle a su hija. Pilar también dependía mucho de él.
Ya entrada la noche, el grupo de académicos se sumergió en un intercambio de ideas que fue un verdadero torbellino mental: ejercicios teóricos, debates, propuestas, cada uno aportando su visión. Todos salieron enriquecidos de esa experiencia.
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