Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 761

Micaela sí había ido al baño. Frente al espejo, soltó el aire despacio, tratando de aliviar la tensión de su cuerpo.

—Vaya, sí que te luciste hoy —soltó una voz cargada de veneno detrás de ella.

En el reflejo del espejo, Micaela vio a Adriana recargada en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y una sonrisa burlona en los labios rojos.

Micaela no se dio la vuelta ni respondió.

—¿Qué truco usaste para que mi hermano te invitara a dar ese discurso? Hay personas mucho más reconocidas y con más trayectoria que tú, pero justo tú fuiste la que se subió al escenario. No me vengas con que no recurriste a tus conexiones con mi hermano, porque eso no me lo creo.

Micaela le lanzó una mirada de reojo a través del espejo. Siguió sin ganas de prestarle atención.

La indiferencia de Micaela hizo que Adriana se encendiera de rabia. Soltó un resoplido.

—Bien sabes que llegaste hasta aquí porque mi hermano te apoyó desde el principio. Pero tampoco abuses, no seas tan ambiciosa.

Por fin, Micaela se giró para mirarla. Adriana llevaba puesto un conjunto de Chanel y su maquillaje estaba impecable, pero la expresión dura en su cara arruinaba cualquier rastro de elegancia.

Micaela tomó una servilleta y se limpió las manos.

—Adriana, antes de venir a advertirme, pregúntale a tu hermano quién es el que en verdad no conoce límites.

Adriana se quedó pasmada unos segundos. Luego, abandonó todo intento de disimulo y soltó una carcajada despectiva.

—Lo diré claro: mantente lejos de mi hermano, no te aproveches de que eres su exesposa para conseguir lo que quieres.

Apenas escuchó eso, Micaela supo que Samanta había estado llenándole la cabeza a Adriana. Ella antes era más sensata, pero desde que Samanta se volvió su confidente, no había dejado de lanzarla contra Micaela como si fuera su peón.

—¿Samanta te mandó a decirme todo esto? Si tanto le preocupa, que se concentre en cuidar a tu hermano en vez de mandarte a buscar bronca conmigo —replicó Micaela con una sonrisa irónica, tirando la servilleta al bote de basura.

El rostro de Adriana cambió de inmediato.

—¿Qué insinúas? ¿Crees que puedes meter cizaña entre Samanta y yo?

Desde atrás, la voz de Adriana retumbó:

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