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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 889

El doctor Ángel se mostró bastante natural, sonrió y saludó:

—Fue el señor Gaspar quien recomendó este restaurante, dice que la comida está muy buena. Podemos platicar mientras comemos.

Micaela recuperó la compostura de inmediato, asintió y eligió sentarse en una silla que quedaba lejos de Gaspar.

Gaspar la observó por un par de segundos, pero en seguida volvió a enfocarse en Ángel, con quien empezó a hablar sobre la compra de nuevos equipos. Micaela escuchaba en silencio; como investigadora, sabía que tener equipos de primera aumentaba mucho las posibilidades de éxito.

Si había algo que admitir sobre la actitud de Gaspar respecto al laboratorio, era que no se le podía reprochar nada.

Después, cuando Micaela y Ángel empezaron a intercambiar ideas sobre temas técnicos, fue Gaspar quien permaneció callado escuchando desde un costado.

Ángel, por su parte, no perdía detalle de las reacciones de Gaspar, aunque notaba que su atención regresaba una y otra vez a Micaela.

No era una mirada invasiva, sino más bien profunda, una especie de reconocimiento silencioso y sincero.

El doctor Ángel se dio cuenta de eso. Incluso llegó a pensar que lo que Gaspar reflejaba hacia Micaela era una especie de orgullo, como si estuviera contemplando algo realmente valioso, una joya única.

Micaela, por supuesto, también se percató de esa mirada. Instintivamente, evitó cruzar la vista con él, enfocándose en Ángel y en los platillos que tenía enfrente.

La actitud distante de Micaela solo hizo que Gaspar entrecerrara los ojos, tomó su vaso de bebida y bebió un par de sorbos, intentando aliviar el ambiente tenso.

Por fin, cuando terminaron de comer, Micaela se levantó antes de tiempo y dijo:

—Doctor, quédense platicando. Yo ya me retiro.

—Está bien, señorita Micaela, nos vemos más tarde —respondió Ángel con una sonrisa.

Gaspar no dijo nada, solo asintió con la cabeza.

Apenas Micaela se fue, Ángel no pudo evitar comentar:

—La doctora Micaela es la joven más talentosa que he conocido. Con su llegada, el índice de éxito subió por lo menos un treinta por ciento.

Gaspar, distraído, giraba el vaso entre sus dedos y respondió mirando fijamente a Ángel:

—Doctor, lo que yo busco es un cien por ciento de éxito.

—¡Ya te traes algo con él! El señor Gaspar tiene mil cosas que hacer, no puede venir todos los días al laboratorio.

—Es nomás para admirarlo —rio la primera—. De todos modos, eso de que sea el novio de la señorita Samanta ya está en todas partes, ¿qué más puedo hacer?

—Sí, más te vale ni pensarlo, porque como se entere la señorita Samanta de que andas detrás de él, quién sabe qué te haga. ¿No viste ayer cuando ella vino a que le sacaran sangre? El señor Gaspar estaba que no podía con los nervios, se quedó todo el rato con ella.

—Dicen que cuando la enfermera que le sacaba sangre se puso nerviosa y no le atinó a la vena, Samanta gritó del dolor y Gaspar parecía que iba a matar a alguien.

—Fue Camila, ¿no? Dice que el señor Gaspar no le quitaba la vista de encima y por eso se puso nerviosa, la presión era muchísima. Yo también habría fallado con la aguja si hubiera estado en su lugar.

—Hay quienes dicen que ya se van a casar, pero quién sabe si sea cierto.

—Puede ser, hacen muy buena pareja, los dos tienen buena familia y se ven bien juntos. Parecen hechos el uno para el otro.

El agua dejó de correr y las tres enfermeras se fueron entre risas y bromas.

Micaela salió del cubículo, y la imagen de su propio semblante tranquilo apareció en el espejo. Ya se lo veía venir: Samanta no iba a dudar en meterse en el experimento. Gaspar no solo la usaba para sus planes o tratos, también había entre ellos una relación de pareja, con todo lo que eso implicaba.

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