Ángel se quedó inmóvil por un momento. El señor Gaspar conocía bien a Micaela, y Ángel había sospechado que ella actuaría de esa manera.
¿Será posible que Micaela sea la segunda proveedora potencial?
Al mediodía, Micaela llevó personalmente su muestra de sangre para que la analizaran, y ella misma realizó el procedimiento.
Los resultados salieron pronto.
La sangre de Micaela no era apta para el experimento.
Ángel había estado al pendiente de todo lo relacionado con Micaela. Revisó los resultados desde su computadora y soltó un suspiro. El análisis mostraba que la compatibilidad de la sangre de Micaela apenas alcanzaba el sesenta por ciento, lo cual no servía para el experimento.
Micaela repitió el proceso tres veces, pero nada cambió. Al final, resignada, regresó a su oficina.
En su brazo ya se notaban tres moretones por las extracciones de sangre.
Ángel le mandó un mensaje a Gaspar:
[El análisis genético de la señorita Micaela no es compatible con las muestras del experimento.]
La respuesta llegó enseguida:
[Gracias.]
Ángel se frotó las sienes, dándose cuenta de que no podía distraerse con otros asuntos; el experimento era lo más importante.
Micaela permaneció largo rato en su oficina, sumida en sus pensamientos. Pero después se obligó a sí misma a reaccionar, dejó de perder el tiempo y regresó de lleno al trabajo.
...
La crisis del Grupo Báez tenía a toda la familia Báez en tensión. Samanta fue invitada de nuevo a la mansión Báez para comer; Lara también pidió permiso para quedarse en casa. La señora Báez, por su parte, llevaba dos días sin poder comer ni dormir del nerviosismo.
—Samanta, esta situación solo puede solucionarse si le hablas bien de tu papá a Gaspar. No fue culpa de tu papá, todo esto es por culpa de esos empleados inútiles que le trajeron tantos problemas —le dijo la señora Báez a Samanta.
Samanta, tranquila y serena, tomaba a sorbos una bebida. Levantó la cabeza y le contestó:
Detrás de ellas, una de las empleadas de la casa se acercó a la señora Báez y murmuró:
—La señorita sí que se da sus aires. Ni siquiera aceptó la invitación a almorzar de la señora.
La señora Báez torció la boca con desdén.
—Antes yo menospreciaba a ella y a su mamá. Ahora viene a presumirme su poder, solo porque tiene el respaldo de la familia Ruiz. Si no fuera por los Ruiz, que la apoyaron desde hace diez años, seguirían viviendo en las calles pobres de Costa Brava.
Recordó aquel día en que Samanta, siendo apenas una niña, llegó temerosa con su mamá a la mansión Báez. Desde entonces supo que Samanta llevaba una ambición feroz en el interior.
Y tenía razón. Diez años después, Samanta no solo era reconocida como una prodigio del piano, sino también era la futura nuera de la familia Ruiz.
A partir de ahora, la vida la obligaba a depender de ella.
Sin embargo, la mamá de Samanta se había convertido en su dolor de cabeza. Era adicta al juego y le encantaba invertir en cosas absurdas. Solo para quedar bien con Samanta, la familia Báez ya le había dado este año cincuenta millones de pesos.

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