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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 957

—Está bien, mamá. ¡Papá me va a acompañar! —Pilar asintió con seriedad, mostrando una madurez que no parecía de su edad.

Micaela giró y salió de la habitación. En ese momento, necesitaba un poco de espacio para poner en orden el torbellino de pensamientos que la tenía mareada.

Gaspar pasó la mano entre su cabello espeso. Nunca le había importado demasiado su apariencia, pero aquel mechón blanco que había aparecido tan de pronto lo tenía desconcertado.

—Papá, ¿por qué tu pelo se puso blanco de repente? —preguntó Pilar con la inocencia pintada en la voz.

—Supongo que es porque últimamente le he dado demasiadas vueltas a algunas cosas —soltó Gaspar, tratando de sonar despreocupado.

—No importa cómo estés, papá. Yo siempre te voy a querer —gritó Pilar, con el pecho hinchado de cariño.

El corazón de Gaspar se derritió ante esa declaración tan genuina y cálida. Se agachó, la abrazó fuerte y le plantó un beso en la mejilla.

—Eres mi tesoro, mi niña —murmuró, conmovido.

En ese instante, Sofía salió de la cocina con una olla de sopa de cebolla entre las manos. Bajo la luz, la cabellera de Gaspar la sorprendió tanto que se quedó mirándolo unos segundos en silencio. No dijo nada, pero en sus ojos se asomó una sombra de preocupación. Sin hacer ruido, regresó a la cocina para seguir con los preparativos.

Pilar se fue a jugar, mientras Gaspar se quedó de pie en el balcón. El viento nocturno le acariciaba el cabello y él, sin pensarlo, volvió a alisarse los mechones grises. En su cara se dibujó una extraña tranquilidad.

Aceptaba los cambios en su cuerpo. No solo no los rechazaba, sino que, extrañamente, le daban cierto orgullo.

Como si esos cabellos entrecanos fueran medallas, recordando todo lo que había atravesado.

...

Esa noche, Sofía preparó una cena ligera. Mientras recogía los trastes en la cocina, al voltear, pudo ver la escena familiar alrededor de la mesa: los tres juntos, compartiendo ese momento. Sintió un anhelo suave, preguntándose si podría ver esa imagen repetirse más seguido en el futuro.

En la mesa, Pilar ya había terminado de comer, y Micaela también se había tomado media taza de avena. Gaspar consultó la hora y le dijo:

—Pilar, yo te llevo a la habitación. Descansa temprano, ¿sí?

—No hace falta. Si Pilar duerme conmigo, descanso mejor —replicó Micaela, dejando claro que quería a su hija cerca esa noche.

Gaspar la miró fijamente. Micaela sostuvo su mirada, tranquila y sin titubear, aunque al final, su atención se desvió hacia el cabello de él.

El gris resplandecía bajo la lámpara, llamando la atención, pero también le daba un aire más sereno, más maduro.

Capítulo 957 1

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