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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 962

—Fue tu mamá la que te arrastró a esto… —Damaris balbuceó entre sollozos, el dolor le mordía el pecho—. Si no fuera por mi enfermedad, no tendrías que estar luchando tanto.

—Mamá, no digas eso. Todo va a mejorar, te lo prometo —Gaspar intentó tranquilizarla.

Damaris sentía una culpa que la ahogaba, pero no encontraba cómo cambiar la situación. Si pudiera, le habría regalado a su hijo una vida más fácil.

Pero…

Gaspar acompañó a su mamá un rato, platicó con ella sobre la situación y, cuando la vio más tranquila, se despidió y salió de la habitación.

...

Micaela salió del laboratorio y se sentó en su oficina, revisando unos datos en la computadora. En ese momento, una enfermera tocó la puerta.

—Dra. Micaela, hay alguien que quiere verla.

Micaela levantó la mirada y vio entrar a una mujer con una bolsa elegante. No era otra que Samanta.

Micaela no se sorprendió, era como si hubiera estado esperando su aparición.

—¿Qué se te ofrece? —preguntó Micaela, mirándola directo.

—Quiero platicar contigo —Samanta cruzó los brazos, manteniendo su aire de seguridad y elegancia.

—¿Platicar de qué? —la mirada de Micaela era tan cortante que casi se podía sentir el filo en el aire.

Samanta se acomodó en el sofá y esbozó una sonrisa.

—Tú sabes perfectamente de qué quiero hablar.

—¿Lo que Gaspar te ha dado no te basta? ¿Todavía no te llenas? —se burló Micaela.

Por un instante, la sonrisa de Samanta se congeló. Alzó la barbilla con arrogancia.

—¿De verdad no te preocupa nada? ¿O acaso no sabes que la enfermedad de tu exsuegra Damaris es genética? Sin mí, nadie puede ayudar a tu hija ni a las demás.

En ese momento, Micaela desvió la mirada hacia la puerta, notando que la enfermera la había dejado entreabierta. Afuera, alguien se mantenía atento.

De pronto, Micaela soltó una ligera risa.

—Entonces, según tú, como la única donadora compatible en el mundo, llevas diez años chantajeando a Gaspar. Después de todo lo que te dio, todavía te negaste a colaborar en este último experimento… hasta que te pagó con treinta mil millones en acciones del Grupo Báez, ¿cierto?

Los ojos de Samanta se abrieron como platos. ¿Cómo sabía tanto Micaela? ¿Acaso Gaspar ya le había contado todo?

—Ya no eres la señora Ruiz, ¿para qué te metes tanto? —Samanta bufó, tratando de recuperar el control.

—Como única donadora, siempre te negaste a colaborar con el doctor Ángel, retrasando la solución del problema. Solo querías sacar más provecho cada año, exigiendo donaciones de células madre y exprimiendo a Gaspar cuanto podías, ¿o me equivoco? —la voz de Micaela era tan clara y firme que ni la brisa la habría movido—. Nunca te importó si la familia Ruiz salía adelante o no, solo te interesaba cuánto podías sacar de ellos. Desde el inicio, todo tu teatro fue para obligarme a divorciarme de Gaspar, soñando con quedarte en mi lugar.

Samanta se quedó muda, y por primera vez, algo parecido al miedo cruzó su mirada.

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