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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 982

—¡Así es! Señorita Samanta, mejor regrese a casa. Si tiene algo que decir, espere a estar más tranquila y luego platique con Lionel, no hay prisa.

Samanta miró a Paula, después volvió la mirada hacia Lionel y sonrió, aunque en su sonrisa se escondía algo más.

—Lionel sí que tiene suerte, consiguió una amiga tan comprensiva como usted, señorita Paula.

Samanta sabía manejar las palabras como nadie, y aunque sonaba a halago, era un comentario envenenado, una especie de burla disfrazada de amabilidad.

Lionel captó el veneno en esas palabras y estuvo a punto de responder, pero Paula se le adelantó, sonriendo apenas.

—Los amigos de Lionel también son mis amigos. Si me preocupo por usted, es porque así debe ser.

Samanta sintió un nudo en el pecho. Entendía que seguir discutiendo era inútil; solo la haría quedar como alguien inmadura.

—Bueno, entonces… les dejo el encargo —dijo Samanta, forzando una mueca que intentaba ser una sonrisa.

—Me siento un poco mareada, quiero ir en el asiento de adelante. ¿No hay problema, señorita Paula? —preguntó, volviendo la cabeza para mirarla.

Paula sonrió con naturalidad.

—Claro que no, suba, no pasa nada.

Lionel la miró con una mezcla de sentimientos, pero antes de subir al carro, le lanzó a Paula una mirada llena de gratitud.

Samanta, que ya se acomodaba en el asiento delantero, no alcanzó a ver ese gesto.

...

Ya en marcha, después de unos minutos, Samanta volvió a frotarse las sienes, como si el mareo la estuviera venciendo. Al pasar la mirada por el tablero, vio el celular de Lionel y, sin dudar, lo tomó.

—Lionel, pon algo de música, ¿sí? —su voz sonaba un poco juguetona, y mientras hablaba, ya deslizaba el dedo por la pantalla, introduciendo el código de acceso.

Los dedos de Lionel se tensaron sobre el volante, y en el retrovisor buscó el rostro de Paula.

Paula estaba en el asiento trasero, viendo su propio celular, como si ni le importara lo que hacía Samanta.

La música comenzó a sonar suave en la cabina. Samanta dejó el celular en su sitio, se recargó y cerró los ojos, disfrutando de la melodía.

Pero el ambiente en el carro se volvió espeso, casi incómodo. Paula apoyó la cabeza en la ventana, mirando el paisaje, perdida en sus pensamientos.

Lionel sentía el pecho apretado. Por primera vez, la música le parecía ruidosa y molesta. Aceleró más de lo habitual, queriendo llegar cuanto antes.

...

Por fin, el carro se detuvo frente a la casa de Samanta. Lionel apagó el motor, bajó rápido y rodeó el carro para abrirle la puerta.

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