—Ellas pagan con mi tarjeta —Romeo, creyéndose el galán del momento, se adelantó para taparle a Jazmín el código QR de su celular y le sonrió al encargado del restaurante elegante.
El rostro de Jazmín y Ariana cambió por completo; la incomodidad se notó de inmediato. Jazmín le echó una mirada fulminante a Romeo y soltó:
—¡Estás mal de la cabeza!
De inmediato retiró su celular y se lo tendió de nuevo al joven encargado, ignorando por completo a Romeo.
—No le hagas caso, por favor. Cobra la cuenta a mi tarjeta.
El chico de la caja se quedó pasmado, sin saber muy bien qué hacer.
A su lado, Carla observó la escena con los ojos bien abiertos. Ver a su novio ofreciendo pagarle la cuenta a dos desconocidas tan guapas ya era suficiente para ponerla de malas, pero la reacción de las chicas, tan despectiva hacia Romeo, la llenó de celos y coraje. Por dentro moría de ganas de acercarse y soltarles una cachetada a cada una.
Pero claro, si hacía eso, ¿dónde quedaría su imagen de mujer recatada?
Así que Carla, con los ojos enrojecidos de rabia contenida, se limitó a defender a su novio:
—Mi novio solo quiso ser amable, ¿por qué lo insultas así?
Jazmín, al ver a Romeo mirando la escena con una sonrisa de satisfacción, adivinó de inmediato sus intenciones. Sabía perfectamente que él estaba disfrutando verlas pasar un mal rato, esperando que entre mujeres se pelearan por su culpa.
Pero a ella no le interesaba complacerle ese capricho.
Ariana, por su parte, ni siquiera se molestó en responderle a Carla; solo apuró al cajero, que seguía paralizado:
—¿Nos puedes cobrar ya? Tenemos prisa.
El chico por fin reaccionó, tomó el lector y escaneó el código de Jazmín. Cuando sonó el —bip— del cobro exitoso, Jazmín guardó su celular, lista para irse junto con Ariana.
Pero antes de dar un paso, Carla se interpuso en su camino y, con voz chillona, las detuvo:
—No pueden irse, todavía no le han pedido disculpas a mi novio.
Se plantó frente a ellas, decidida a no dejarles pasar.
Cuando salieron del restaurante, Ariana y Jazmín ya no tenían ganas de seguir paseando, así que fueron directo al estacionamiento a buscar el carro de Jazmín para regresar a su departamento.
Solo habían venido en uno, el de Jazmín.
Ariana, sentada en el asiento del copiloto, se quedó pensando un momento y luego decidió contarle a Jazmín cómo conocía a Romeo.
—El tipo de hace rato se llama Romeo. Lo he visto algunas veces en las fiestas de cumpleaños de Esteban.
Jazmín arrugó la frente, molesta.
—Con razón se juntan, ¡son igual de patanes!
—Si nos lo volvemos a topar, mejor ni nos acerquemos —opinó Ariana.
—Sí —asintió Jazmín, sujetando el volante—. Por cierto, ¿él sabe lo de tu matrimonio con Esteban? ¿O sea, que están casados en secreto?

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