Ariana no se quedó mucho tiempo en Manufacturas Modernas; todavía tenía que regresar para encargarse del asunto de la acusación de plagio y dar una respuesta clara al equipo editorial lo antes posible.
Tres años atrás, justo el día en que ella y Esteban firmaron el acta de matrimonio, sucedió algo que nunca olvidaría.
Recordaba perfectamente que esa noche Esteban no regresó a la casa de recién casados en Villas del Mirador. En cambio, fue Nerea quien llegó. Primero, Nerea la insultó señalándola con el dedo, y luego, como si no existieran límites, se metió a su recámara y empezó a destrozar todas sus cosas. Todo quedó hecho un desastre.
Por fortuna, en ese entonces Ariana no llevaba ningún archivo confidencial a Villas del Mirador; si no, seguro habría salido muy mal parada.
Sin embargo, su cuaderno, donde acostumbraba anotar ideas para escribir, sí estaba ahí. Además, en la casa vivían dos señoras trabajadoras: una encargada de la limpieza y otra que cocinaba.
Después de que Nerea terminara su ataque y se fuera, esas dos señoras también entraron a ayudarle a recoger el tiradero de su recámara.
En ese momento, Ariana pensó que el cuaderno había sido destruido por Nerea y luego tirado por las señoras al limpiar, así que no le dio mucha importancia.
Pero mirando hacia atrás, se daba cuenta de que el verdadero problema había comenzado con la desaparición de ese cuaderno.
Quien tuviera ese cuaderno, era quien la acusaba de plagio.
¿Cómo iba a encontrarlo?
Ariana llevaba días dándole vueltas a ese asunto, y por fin, sentía que había una pista.
Al regresar al hotel, lo primero que hizo fue llamar a Iker para hablar del tema. Le pidió que convenciera al equipo editorial de no sacar ningún comunicado, que aguantaran la presión y dejaran que los rumores siguieran creciendo por sí solos.
Iker aceptó sin dudarlo.
De pronto, Ariana recordó otro asunto y aprovechó para comentarlo.
—Iker, cuando esto se resuelva, seguro van a llegar más personas queriendo negociar los derechos de mi nueva novela. Pero, por ahora, no pienso vender. Puede que te genere presión, así que te aviso desde ya.
—¿No vender? ¿Por qué? —preguntó Iker, sorprendido.
Ariana no entró en detalles; solo respondió:
Las primeras cuatro novelas ya estaban vendidas y no podía retractarse, pero la más reciente, esa no pensaba vendérsela bajo ninguna circunstancia.
Ahora que ya no era una escritora desconocida, tenía el poder de decidir si vendía o no los derechos de sus historias.
Y si la editorial insistía en vender, no le temblaría la voz para romper el contrato.
Por su parte, Esteban también quería adueñarse de los derechos exclusivos de la quinta novela de Stella. Si no fuera por el escándalo de plagio, seguramente ya estarían en negociaciones.
Pero el escándalo también tenía su lado positivo. Los rumores eran un arma de doble filo: para la autora podían ser un desastre, pero para los empresarios, a veces era justo lo que buscaban.
Esteban andaba de muy buen humor ese día. Ni siquiera el incómodo encuentro con Ariana en el hotel la noche anterior fue suficiente para arruinarle el ánimo.
Apenas terminó de firmar unos papeles, oyó que su asistente, Gonzalo, tocaba la puerta y entraba con el celular en la mano y la frente perlada de sudor.
—Presidente Ferreira, el director y la señora acaban de cambiar sus boletos y llegarán al país antes. Su vuelo aterriza hoy a las cinco de la tarde en el Aeropuerto Internacional de San Márquez.
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