—¿Cómo que ella terminó en la comisaría? ¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Esteban, el ceño marcado por la inquietud.
Ese día, Esteban había dado la tarde libre a los empleados, pero él seguía en la oficina, sin intención de irse. En ese momento, hablaba por teléfono con Ángel Rojos.
—Fue por culpa de Romeo —explicó Ángel, con un tono que denotaba molestia.
Entonces, Ángel le contó todo lo que sabía hasta ese momento. Esteban entornó los ojos, su mirada tornándose cada vez más cortante.
—Romeo…
La última vez, Romeo le había mandado una foto donde aparecían Ariana, una amiga de ella y Andrés parados frente a la entrada del cine. Esteban conocía a Romeo desde hacía años, sabía perfectamente de qué pie cojeaba. No hacía falta hablar de su capacidad en el trabajo, pero su vida personal… Romeo cambiaba de novia con la misma rapidez con la que una mujer cambia de ropa entre temporadas.
Además, Esteban sabía que Romeo tenía un tío que fungía como director en la delegación de policía del sector.
—¿Dices que ella ya salió? —preguntó Esteban, arrugando la frente.
—Sí, en cambio Romeo sigue adentro —respondió Ángel.
Ángel se había enterado de todo esto casi de casualidad. Alrededor del mediodía, había tomado un trabajo sencillo en el “mercado negro digital”: borrar las grabaciones del sistema de cámaras de seguridad de todos los locales de un centro comercial, solo de esa planta y solo del día de hoy. Se trataba de un encargo fácil y bastante lucrativo, así que, apenas terminó, el dinero llegó a su cuenta y él no le dio más vueltas al asunto.
Sin embargo, media hora después, el mismo cliente le pagó el doble para que restaurara todo tal como estaba antes, tanto las grabaciones como los respaldos en la nube. Eso le pareció sospechoso, así que, mientras reparaba el daño, decidió echar un ojo a los videos para ver si encontraba algo raro.
Había muchos locales y revisar toda una planta llevaba su tiempo, pero solo eran unas horas de grabación. Después de más de una hora revisando, finalmente, en una tienda de ropa, captó una silueta que le resultó demasiado conocida: ¡la mismísima Ariana, esposa del presidente Ferreira!
En cuanto entendió la situación, Ángel se movió rápido para averiguar qué había pasado. Para cuando ató los cabos, Ariana ya había salido de la comisaría.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Arte de la Venganza Femenina