Esteban hizo una llamada, dio las instrucciones necesarias y, tras tomar su saco, salió de la oficina.
No era fin de semana, pero aun así Ariana había regresado. Ahora sus desapariciones y regresos eran cada vez más impredecibles.
Lo raro era que su celular no había recibido ningún aviso de que Ariana hubiera vuelto a Residencial Senda Nueva. ¿Será que apenas hoy había regresado? O quizá, en realidad, llevaba ya un tiempo de vuelta pero se estaba quedando en casa de su papá. O peor aún, ¿habría estado hospedándose en uno de esos hoteles de Marcos Varela?
Mientras bajaba en el elevador privado, Esteban no dejaba de hacerse ideas. Incluso después de recoger su carro, seguía sin una respuesta clara.
De todas maneras, Esteban ya no era el mismo de antes. No buscaba con mala intención encontrarle relaciones ocultas a Ariana con otros hombres. Desde que había decidido creer que ella no tuvo nada que ver con aquel asunto de las pastillas, su manera de verla y de pensar en ella empezó a cambiar poco a poco.
Sin embargo, la incomodidad en su pecho no desaparecía.
Esteban pensaba que probablemente se debía a que aún no se había disculpado con ella, cara a cara.
Por eso mismo, ahora quería verla.
Ángel le había dicho que, después de salir de la estación de policía, Ariana se fue en taxi rumbo al centro.
En el video de las cámaras de seguridad, notó que Ariana llevaba dos juegos de ropa de hombre. Él sospechaba que quizá eran para su papá.
Tal vez Ariana solo había vuelto para recoger ropa.
O tal vez no, pero igual él quería intentarlo, a ver si tenía suerte.
Si la llamaba, seguro que no iba a contestar. Y si le mandaba mensajes, seguramente tampoco respondería.
Esteban acertó, pero llegó demasiado tarde.
La tienda de ropa de marca ya estaba recogida, lucía como si nada hubiera pasado. Tras el escándalo del mediodía, casi no había clientes.
Esteban eligió al azar un par de trajes.
—Señor, la señorita Santana sí vino hace un rato, pero solo compró ropa y se fue. Hace como diez minutos que salió —dijo la dependienta que le estaba cobrando, Luisa.
La verdad, Luisa jamás había visto a un hombre tan atractivo. Solo con que la mirara, sentía la cara ardiéndole, y ni hablar de la manera en que él la observaba fijamente, sin apartar la mirada.
—¿Me puedes contar un poco más? Ariana siempre me oculta los problemas. Si le pregunto, seguro me lo va a resumir todo en dos palabras.
Luisa notó que el hombre, pese a su mirada intensa y su aire serio, no parecía estar interesado en Ariana de una manera inapropiada. Quizá en verdad solo estaba preocupado por ella como amiga.
Así que Luisa le contó todo lo que había visto y escuchado en la estación de policía.
Esteban escuchó con atención, y al final, fue a la sección de ropa para mujer, donde eligió varios vestidos, bolsas y un par de zapatos. De nuevo, pidió que Luisa le cobrara todo, para que las ventas quedaran registradas a su nombre y así ella recibiera la comisión.
Las otras empleadas miraban desde lejos, llenas de envidia.
—Gracias, señor. ¡Vuelva pronto! —dijo Luisa, despidiendo a Esteban desde la puerta de la tienda, con el corazón a mil por hora.
No era solo por lo guapo que era ese hombre. Lo que la tenía tan emocionada era pensar en la comisión: solo con esas compras, acababa de ganar varios miles de pesos. ¡Cómo no iba a estar feliz!
...
[Hora del chisme del autor: Como ya lo dije en la sinopsis, si Esteban logra reconquistar a Ariana depende de ustedes, lectores. Pero pase lo que pase, al pobre Esteban le va a tocar pasar por el infierno... ¡de eso no se salva!]

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