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El Arte de la Venganza Femenina romance Capítulo 298

Esteban ya había explicado todo lo que podía, pero no sabía si Julián de verdad lo estaba escuchando.

Cuando Julián escuchó a Esteban mencionar a “Stella”, lo único que pasaba por su mente era: ¿Acaso Esteban sabía que Ari era Stella?

Después de todo, en su momento, Ari se lo ocultó incluso a él.

Pero ahora, eso ya no tenía importancia.

Él solo confiaba en su hija. La actitud de su hija sería siempre la suya.

—Si de verdad quieres compensar a Ari, entonces aléjate de ella. No vuelvas a buscarla, ni a molestarla nunca más.

Tras unos segundos de silencio, Julián por fin dio su respuesta.

A Esteban se le hizo un nudo en el pecho.

No podía aceptar ese final.

—Lo siento, pero mientras no aclare todo esto, no pienso rendirme.

Julián no esperaba que fuera tan terco. Frunció el ceño, molesto.

—Dices que todo fue un malentendido, pero la actitud de tu familia con Ari, eso no puede ser un simple error, ¿o sí?

—Y en estos tres años de matrimonio, jamás vi que sintieras nada por Ari. Si no hay amor, separarse es lo mejor para ambos, ¿no crees?

Esteban se quedó sin palabras. No tenía cómo rebatir eso.

Lo cierto era que, durante todo ese tiempo, su trato hacia Ariana había sido terrible. Ese hecho ya no podía cambiarse.

Pero Ariana sí lo había querido. Durante tres años no lo dejó, y de repente, decidió dejarlo y hasta reaccionaba con angustia ante su presencia. Algo debió haber pasado. Tenía que descubrirlo.

—Perdón, pero sigo pensando igual. Quiero enmendar todo esto, y nadie va a hacerme cambiar de idea.

Esteban se mantuvo firme.

Julián lo miró con seriedad, sus ojos reflejando una determinación feroz.

—Haz lo que quieras, no puedo impedirlo. Pero escúchame bien, si vuelves a lastimar a Ari, aunque me cueste la vida, te vas a arrepentir.

Esteban contestó con sinceridad.

—No volverá a pasar. De lo que pasó antes, lo siento mucho.

[Perdón por lo de hoy.]

Luego de enviar esos dos mensajes, Esteban dudó. Quería preguntarle a Ariana si había malinterpretado su relación con Lucrecia, pero prefirió aclararlo en persona. No quería que todo quedara en palabras frías en una pantalla.

Cuando uno habla cara a cara, aunque la otra persona no diga nada, siempre puede ver sus emociones, sus reacciones.

En un mensaje, eso es imposible.

Además, ni siquiera podía estar seguro de que ella le contestara, aunque solo fuera con un signo de puntuación.

Esteban se recostó en el asiento del conductor, sintiendo que la calma le resultaba cada vez más inalcanzable.

Ahora, solo quería verla para platicar de verdad, pero hasta eso parecía imposible.

Tal vez, pensó, esa era la clase de dilemas que Ariana tuvo que cargar durante los tres años de matrimonio.

Mientras se burlaba de sí mismo, sintió un leve dolor en el pecho.

No era por él, sino por la Ariana de antes.

Tenía que admitirlo: su madre tenía razón. Ahora sí, estaba arrepentido.

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