El Arte de la Venganza Femenina romance Capítulo 6

—Señorita Santana, el presidente Ferreira quiere que pase un momento —Gonzalo se acercó a ella con cortesía.

A Ariana no le gustaba la idea de quedarse a solas con ese hombre. Estuvo a punto de rechazar, pero Gonzalo añadió enseguida:

—Hay unos detalles en el acuerdo de divorcio que el presidente Ferreira quiere discutir con usted, señorita Santana.

A regañadientes, Ariana se levantó y siguió a Gonzalo hasta la sala de reuniones.

Al entrar, solo estaban Esteban y su abogado. Gonzalo no entró; se quedó esperando afuera, junto a la puerta.

—Señorita Santana, por favor tome asiento —Gabriel, con el acuerdo de divorcio firmado por ambos en las manos, le indicó el sofá junto a la mesa de centro.

Ariana no hizo ningún gesto innecesario; caminó directo y se sentó.

—¿Qué requisitos tienen? Díganme.

Le hablaba a Gabriel, y sus ojos solo se posaban en él.

Como si Esteban ni existiera.

Ante esas palabras, el hombre sentado en el centro del sillón entrecerró los ojos. Su mirada distante parecía guardar una tormenta bajo la calma.

No dijo nada. Ni siquiera hacía falta.

Gabriel, sentado al otro lado, se acomodó los lentes con un gesto profesional, como si todo esto no fuera más que un trámite.

—Señorita Santana, ¿trajo todos los documentos necesarios para el divorcio?

—Sí, los traigo —respondió Ariana, sin emoción alguna.

Llevaba dos noches sin dormir bien. Además, no se había maquillado, así que sus labios apenas tenían color. Eso la hacía ver vulnerable, como si el cansancio le hubiera arrancado la última gota de fuerza.

Lástima que el presidente Ferreira no era de los que se dejaban mover por ese tipo de cosas.

Gabriel esbozó una sonrisa que apenas duró un instante y retomó el asunto:

—Según el acuerdo, después del divorcio, usted recibirá la casa de Villas del Mirador, que está valuada en diez millones de pesos, como compensación. El trámite de traspaso quedará listo antes de Navidad. ¿Está de acuerdo?

—Sí, no tengo objeción —Ariana mantuvo la misma expresión, su voz sonaba limpia y lejana.

Gabriel asintió.

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