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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 150

Afuera, el bullicio se desvaneció de golpe.

La ventanilla del carro seguía abierta, y la brisa cálida de principios de verano, cargada con un aroma a flores que no se sabía de dónde venía, se coló por el interior.

Por un instante, Estefanía se quedó aturdida, pero pronto cayó en cuenta de lo sucedido y empezó a forcejear.

Estaba atrapada contra el respaldo del asiento, el espacio era tan reducido que escapar de Benicio resultaba imposible. Se ladeó, se fue hacia un costado y luego al otro, pero ni así logró eludir el contacto ardiente de los labios de Benicio. Al final, cuando él le sujetó la cabeza, ya no tenía a dónde huir; su aliento, dominante y apremiante, la envolvió por completo.

Llevaban cinco años casados, y esta era la primera vez que Estefanía tenía un acercamiento tan íntimo con Benicio. Era su primer beso...

Sin embargo, la situación se parecía muy poco a lo que alguna vez imaginó o deseó.

¡Eso no era lo que quería!

Ya sin fuerzas para resistirse, se aferró a su cabello y jaló hacia atrás con todas sus ganas.

Benicio gruñó ahogado por el dolor y por fin la soltó.

Ambos, respirando agitadamente, se miraron de frente en el espacio apretado del asiento del copiloto.

A Estefanía le daba vueltas la cabeza. Sentía que el rostro de Benicio se movía de arriba abajo sin parar, mientras afuera los compañeros de la fiesta ya se habían esfumado.

—¿No puedo besarte? —le preguntó Benicio, todavía con la respiración agitada, y apenas terminó de hablar, intentó inclinarse otra vez hacia ella.

Estefanía sintió una punzada en el estómago, empujó a Benicio con toda su fuerza, abrió la puerta de golpe y salió corriendo hacia el bote de basura más cercano. Tropezaba, tambaleante, sin importarle en lo más mínimo cómo se veía.

Apenas alcanzó el borde del basurero y empezó a vomitar.

Cuando ya no le quedaba nada por expulsar, se dejó caer contra el tronco de un árbol al lado del bote, convencida de que el mundo giraba bajo sus pies.

El efecto del alcohol la tenía derrotada; si no fuera por aquel árbol, seguro habría acabado en el piso.

Benicio llegó enseguida, con el gesto endurecido como si anunciara una tormenta. Le apretó los hombros a Estefanía.

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