—Por cierto, ¿alguna vez has probado esta bebida fermentada? —mandó Cristina en un mensaje, acompañado de una foto.
La imagen era una captura de pantalla de su red social: [Agradecida con mi querido, que manejó cuarenta kilómetros solo para comprarme el postre más famoso del momento. Ellos platican de trabajo y yo disfruto mi postrecito en silencio.]
Estefanía leyó el mensaje con la mandíbula apretada. Por un momento, pensó que lo mejor era marcharse sin mirar atrás, terminar de una vez por todas, que cada quien siguiera su camino en paz. Después de todo, Benicio le había dado muchísimo dinero, suficiente para que, siempre y cuando no cometiera alguna locura, no tuviera que preocuparse por nada el resto de su vida. Ella ya había decidido perdonarlos, soltar todo, empezar de nuevo.
Sabía perfectamente que, una vez que se fuera, Benicio iba a encargarse de Cristina, eso no le cabía duda. Pero para ese entonces, ella ya estaría en otra etapa, jamás volvería a revolverse con esa gente despreciable.
¿Pero qué necesidad tenía Cristina de actuar así? ¿De presumir con tanto descaro que era la amante? Además, esa manía de buscarla, de provocar su enojo una y otra vez… ¿para qué? ¿Acaso Benicio ya rompió el acuerdo? Apenas habían pasado unos días y ya andaba haciendo de las suyas. ¿Tenía tanta prisa?
Si Cristina la retaba diciendo que esta vez vería cómo se lo llevaba, Estefanía adivinaba que no había sido Benicio quien le compró el postre directamente; él no era tan tonto. Seguramente usó a alguien más, así que el dinero nunca pasó por sus manos.
Estefanía apretó fuerte el celular. Ya no podía seguir perdiendo el tiempo con esos dos.
Entró de nuevo al perfil de Cristina y guardó capturas de todas sus publicaciones, incluso grabó la pantalla para dejar constancia de todo.
Después, empezó a responder los mensajes de Cristina:
—Cristina, ¿no crees que ya te estás pasando? Fuiste tú la que dejó a Benicio hace años. Ahora que estamos casados, ¿por qué vienes a meterte de nuevo?
La respuesta llegó de inmediato, rebosante de orgullo:
—¿Y qué? Beni me ama. No importa si me voy lejos o si me desaparezco, yo siempre seré la que ocupa su corazón.
—Pero ahora él es mi esposo. Llevamos cinco años casados, registrados en el ayuntamiento, tenemos acta de matrimonio y todo, protegidos por la ley.
—Jajajaja, ¿y eso qué? Quédate con tu papelito si quieres. Beni es mío y punto.
—Lo que ustedes hacen es engañar, eso la gente lo condena. Jamás podrán presumirlo como si nada.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...