La mirada de Benicio se tensó un instante.
—Yo no…
—Benicio, no te engañes a ti mismo. Hay cosas que, cuando se dicen en voz alta, resultan incómodas para todos. En el fondo, divorciarnos sería lo mejor para los dos. Créeme, Cristina es mucho más lo que buscas en una Sra. Téllez…
—¡Estefanía! —la interrumpió Benicio, con el ceño fruncido—. ¿Todavía sigues atorada con Cris? Ya te lo he explicado muchas veces.
—Benicio, el que sigue sin superar lo de Cris no soy yo —le sostuvo la mirada, tratando de sonar tranquila, como si hablara en serio y no solo desde el enojo—. Eres tú.
Benicio se quedó callado, sorprendido.
—Estefanía…
—Ambos lo sabemos, ¿verdad? —ella respiró hondo, esforzándose por no quebrarse, por mostrar que estaba hablando desde la serenidad—. Es momento de ponerle punto final a estos cinco años, Benicio. Despidámonos con dignidad, dejemos que todo lo bueno y lo malo se lo lleve el viento.
Benicio la miró largo rato, en silencio. Finalmente se levantó despacio.
—Estefanía, estás exagerando. Ya lo verás, cuando Cris regrese nada cambiará. Es tarde, deberías dormir.
Estefanía lo detuvo con la voz baja pero firme.
—Benicio, sé que te sientes culpable conmigo, pero ya no tienes por qué. De verdad, no quiero un matrimonio donde lo único que queda es la culpa. Déjame ir, y hazlo también por ti, ¿sí?...
Antes de que pudiera terminar la frase, Benicio se quitó la chaqueta, la arrojó sobre el sillón y entró al baño sin decir más.
Ella se quedó observando la chaqueta tirada. Antes, habría ido a recogerla y a colgarla en su lugar, tal vez también le habría buscado el pijama, acomodándolo al lado de la puerta del baño para que lo tuviera a mano.
Volteó a mirar a Benicio, durmiendo profundamente a su lado.
En la penumbra, solo distinguía su perfil difuso. La distancia entre ellos en la cama era inmensa, como si en medio de los dos cupieran tres personas. Demasiado lejos, demasiado ajenos.
Benicio, ya no te guardo rencor. Ojalá que cuando me vaya, encuentres la felicidad que buscas.
Lo único que le daba algo de alivio era que entre ellos no había habido nada de intimidad. No eran más que dos desconocidos obligados a convivir. No tenían hijos, y eso, que antes la había hecho sentirse incompleta, ahora le parecía una bendición. Si hubiera niños de por medio, todo sería aún más difícil.
Quién diría que algo que antes le dolía tanto, ahora fuera motivo de alivio.
Esa noche, durmió tranquila. Incluso, al amanecer, no despertó por sí sola, sino por el movimiento de alguien a su lado.
Abrió los ojos, y para su sorpresa, vio a Benicio sentado en la orilla de su cama.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Es verdad sale muy caro liberar capitulos...
Muy bonita la novela me encanta pero pueden liberar mas capitulos yo compre capitulos pero liberar mas capitulos sale mas caro...
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...