—¿Entonces solo me queda esperar y no hacer nada? Al menos debería saber quién fue el que me trajo aquí —pensó Estefanía, luchando por mantener la calma.
—¿Qué quieren de mí? —preguntó, fingiendo tranquilidad.
Los dos hombres que la vigilaban no le respondieron; simplemente permanecieron junto a ella, sin despegarse ni un segundo.
No le quedaba más que observar y esperar.
Ni siquiera se atrevió a preguntar si se trataba de un secuestro por dinero. Temía que, al mencionar el tema, los secuestradores se volvieran aún más codiciosos. Sin saber qué buscaban exactamente, revelar que tenía dinero podría ser peligroso.
Pasó media hora antes de que se escuchara movimiento.
Un nuevo grupo apareció, trayendo consigo a dos personas conocidas para Estefanía: su padre, Marcelo, y Cristina. Ambos venían con los ojos vendados.
Desde la escalera, donde aún no habían instalado barandales, Estefanía pudo ver cómo los arrastraban hasta el piso donde estaba ella.
—¿También ellos? ¿Los tres fuimos secuestrados? —se preguntó mientras un presentimiento sombrío se apoderaba de su mente. Todo apuntaba a que el secuestro tenía que ver con su padre biológico, y el verdadero objetivo era Benicio. Querían dinero.
Estaba segura de que Benicio acudiría. Aunque ella no valiera la pena para él, por Cristina sí iría hasta el fin del mundo.
Los secuestradores arrojaron a Marcelo y a Cristina al suelo, igual que a Estefanía.
—¡Suéltenme ahora! ¡Digan cuánto quieren y se los doy! —gritó Cristina, desesperada.
—¡Mira nada más! Sí que hay lana aquí, ¿no? ¿Por qué no pedimos el doble? —bromeó el tipo de gris que había traído a Cristina, riéndose a carcajadas.
El hombre de amarillo, que había secuestrado a Estefanía, frunció el ceño.
—¿Y esta quién es? ¿A quién trajeron ustedes?
—La esposa de Benicio —respondió el de gris.
—¿No que ella era la esposa de Benicio? —dijo el de amarillo, señalando a Estefanía—. Entonces, ¿esta quién es?
—¡Yo qué voy a saber! —el de gris se rascó la cabeza—. ¿Ustedes a quién secuestraron?
—Nos la llevamos de la casa de Benicio, es su esposa, seguro.
—¿Y la que nosotros agarramos, que siempre anda con Benicio? ¿No es su esposa también? En todas las noticias del asilo aparece con él.
—¡Puede ser esposa o amante! ¿Tú crees que un tipo con tanta plata como Benicio solo tiene una mujer?
—Preguntémosles mejor —propuso el de amarillo, mirando a Estefanía y a Cristina—. Ustedes, ¿quién es la esposa de Benicio?
—¡Ella! —Cristina respondió sin titubear, señalando a Estefanía.
El de amarillo se dirigió a Marcelo.
—Esta es tu hija, ¿no? ¿Es la esposa de Benicio?
—¡Sí, sí, es verdad! ¡Benicio tiene muchísimo dinero! ¡Créanme! —dijo Marcelo, con la ropa desgarrada y la cara llena de golpes.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...