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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 273

El aroma suave de Jimena envolvía el ambiente. Estefanía no lograba identificar qué perfume era, pero le resultaba tan agradable que, al ser abrazada por su tía, sintió un nudo en la garganta. Ese abrazo era justo como el que había soñado de niña, el que imaginaba de una madre, pero que nunca llegó a experimentar con la suya. Ahora, casi al borde de los treinta, lo recibía de su tía y no podía evitar que le temblara la voz.

En apenas unos días juntas, Estefanía sentía que no quería separarse de ella. Pero, al menos, sabía que pronto volverían a verse. Solo era cuestión de un mes.

En el momento de la despedida, Gilberto les entregó a todos los del grupo un regalo. De verdad era para todos, sin excepción. Uno por uno, se acercó y les dijo que él era el hermano de Estefanía y les agradeció por cuidar de ella.

Un rato después, Katia se le acercó tapándose la boca como conteniendo la sorpresa.

—Fani, tu hermano sí que se lució, ¿eh? Los regalos que nos tocó a cada quien no son nada baratos, y en el grupo somos varios.

La verdad, Estefanía todavía no sabía a qué se dedicaba ese hermano. Apenas y pudieron platicar la noche anterior, todo fue tan rápido que ni tiempo les dio de hablar bien.

Según le habían contado, su tía alguna vez lo trajo de visita, pero fue hace años, antes de que Estefanía naciera. Por lo visto, no había sido una visita agradable porque su tía nunca volvió a traerlo.

—Fani, tu tía y yo nos adelantamos. En la última parada, paso por ti —le avisó Gilberto antes de subir al carro que los llevaría al aeropuerto.

—Está bien, hermano, cuídense. Tía, cuídese mucho. —Estefanía les despidió con la mano antes de recoger sus cosas y subir al carro del grupo, lista para la siguiente ciudad.

Sin darse cuenta, la gira ya iba a medio camino.

El grupo continuó su recorrido por tres países más. Mientras tanto, la vida de Estefanía seguía el mismo ritmo cada día: hacía sus ejercicios de rehabilitación, ayudaba al grupo con la logística y, sobre todo, tenía su videollamada diaria con su abuelita.

Hablar con su abuelita se había convertido en una rutina imprescindible. Solo al verla bien y animada podía estar tranquila. Pero, después de una semana, empezó a notar algo raro: su abuelita se veía más delgada.

—Abuelita, ¿por qué te ves más flaquita? —preguntó, sintiendo cómo le apretaba el pecho.

Pero su abuelita le sonrió con toda la calma del mundo.

—¿Flaquita yo? No lo creo, mi niña. Estoy bien, solo que últimamente me la paso bailando con las señoras en la plaza. Ya ves, moverse tanto sí te hace adelgazar.

—¿En serio…? —respondió Estefanía, aunque la duda no se le quitaba.

—Fani, uno necesita moverse para estar sano. Si me quedo todo el día encerrada, me aburro. No te preocupes por mí, de verdad estoy bien. Además, dicen que tener buen cuerpo a mi edad vale oro. No te mortifiques, mi niña, mientras me sienta bien, todo está perfecto —su abuelita insistía, intentando tranquilizarla.

Capítulo 273 1

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