Estefanía negó con la cabeza.
—Lo que me da risa es que, si se tratara de Fabiana, la esposa del subdirector, tendría todo el sentido que ella fuera a esa fiesta tan importante. Si Fabiana quisiera este vestido, ni siquiera tendría que pelearlo, se lo regalaría sin pensarlo. Pero tú, señora Cristina, ¿con qué derecho representas a la empresa de Benicio en ese evento?
El rostro de Cristina se puso pálido de inmediato.
—Yo… yo... —balbuceó Cristina, buscando con la mirada el apoyo de Fabiana.
Pero Fabiana retiró su brazo del agarre de Cristina y le sonrió a Estefanía.
—No hay problema. Ese vestido te queda mejor, resalta tu tono de piel. Además, ya mandé a hacer el mío a la medida.
—¡Fabiana! —Cristina no podía creer que Fabiana no estuviera de su lado. ¿Acaso Gregorio no le había encargado que la cuidara?
—Diana, ayúdame a elegir los zapatos para mi vestido —dijo Fabiana, llamando a otra asistente y alejándose para escoger calzado.
Cristina quedó sola, de pie frente a Estefanía y la asistente, mirando el vestido rojo que parecía pesarle como una condena.
—Estefanía, sé que te mueres de envidia porque yo conocí a Benicio y a Gregorio desde que no tenían nada, pero no puedes pensar tan mal de la gente. Solo voy como asistente de la empresa a la fiesta... —Cristina trató de sonar seria y digna—. La empresa de Benicio ha llegado lejos con mucho esfuerzo. Tú, desde tu casa, ni te imaginas lo difícil que ha sido para él. Si logramos asociarnos con la empresa de Gabriel, todo podría mejorar aún más. Este evento es importantísimo para él.
Estefanía asintió despacio.
—Ya entendí.
Entonces, sacó su celular y buscó el número de Benicio, poniendo la llamada en altavoz.
—¿Por qué le llamas a Benicio? —le reclamó Cristina.
Estefanía la ignoró. Solo esperó a que Benicio contestara.
Cristina dejó de hacer drama. ¿Llamar a Benicio? Siempre la apoyaba a ella. Incluso cuando los secuestraron y tuvo que elegir entre las dos, él la escogió a ella. Estefanía estaba soñando si pensaba que Benicio la iba a apoyar.
Por el altavoz, se escuchaba el murmullo de una reunión; Benicio hablaba en voz baja, pero se notaba la sorpresa y alegría en su tono.
—¡Estefanía!
Aunque intentaba sonar discreto, el entusiasmo era inconfundible.
—Salgo en un segundo, no cuelgues.
Estefanía no colgó. Lo estaba esperando.
Benicio salió de la reunión casi corriendo y, ya en el pasillo, recuperó su tono normal.
—¡Estefanía! ¿Necesitas algo? ¿Dónde estás? Voy en este momento.
—¿No estabas en una junta? —preguntó Estefanía con tono casual.
—Nada importante, Gregorio y los demás pueden encargarse. ¿Dónde estás? Voy para allá.
—No hace falta —respondió Estefanía, sin intenciones de verlo—. Solo quería preguntarte dos cosas.
—Dime.
—Recuerdo que firmamos un contrato, ¿verdad? No creo que lo hayas olvidado.
Benicio se quedó callado un instante, pero enseguida respondió.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...