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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 322

—Estefanía... —Benicio se llevó la mano a la sien, sintiendo el dolor de cabeza—. Eres mi esposa, ¿cómo es posible que no estés de mi lado? ¿Qué sentido tiene que andes con ese supuesto primo tuyo en vez de estar conmigo?

Estefanía le respondió con una mueca desdeñosa.

—¿Y quién es el verdadero extraño aquí? Mi primo jamás me obligaría a disculparme con alguien ajeno. Si estoy con él, nunca permitiría que me humillaran delante de extraños. Y, sobre todo, jamás dejaría que un delincuente me apuñalara solo por proteger a alguien que no es de la familia.

—¡Estefanía! —Benicio explotó, bajando la voz y apretando los dientes—. ¿Sabes dónde estás? ¿No te das cuenta de lo que estás diciendo? ¿No te da vergüenza? ¿Quieres que todos se rían de nosotros?

La mirada de Estefanía era cortante, como si pudiera atravesarlo.

—¿Así que sí sabes que esto está mal? ¿Que decirlo en público es motivo de burla? Qué curioso, porque aun sabiéndolo, igual lo hiciste.

Benicio se quedó sin palabras, apretando los puños con frustración.

Gregorio, rojo de ira, soltó:

—¿Y para qué sigues perdiendo el tiempo discutiendo con ella? Mejor llama a los guardias y que la saquen de aquí de una vez.

La tensión en el ambiente creció, y entre los invitados algunos comenzaron a acercarse, intentando calmar la situación y convencer a Estefanía.

—Señora Téllez, ya déjelo así. Mire, lo que pase entre ustedes en privado es asunto suyo, pero aquí, en esta fiesta, déle un poco de dignidad al señor Benicio. Ya ve cuánta gente hay mirando.

—Así es, Estefanía. Este evento es prácticamente en honor a Benicio. Todos sabemos que esta colaboración con Gabriel es importantísima para él. Por el bien de todos, señora.

Estefanía asintió, como si lo que decían tuviera sentido.

—Perfecto. Entonces que ella me pida disculpas.

Se refería, por supuesto, a Cristina.

—¡Esto sí que es el colmo! —Gregorio estalló—. ¿Tú golpeas a alguien y todavía exiges que te pidan disculpas? Por más que seas la señora Téllez, eso no te da derecho a tratar a la gente así.

Pero estaba equivocado.

Estefanía no cambió su postura.

—Que ella me pida disculpas.

—¡No, hombre, esto ya es demasiado! —Gregorio ya no se contuvo—. ¡Disculpas ni que nada! ¡Te lo advertimos, no quisiste entender! Beni, basta de hablar, mejor que la saquen ya. ¡Guardias! ¡Guardias!

Pero en vez de los guardias, entró un grupo de hombres vestidos de negro, rodeando a todos los presentes.

...

En ese momento, Mateo subió al escenario, sonriendo y levantando la voz con entusiasmo.

—Queridos amigos, bienvenidos todos. Es un honor tenerlos aquí esta noche. Y para hacer esto aún más especial, tengo el placer de anunciar que el señor Gabriel ya está con nosotros. ¡Por favor, recíbanlo con un aplauso fuerte!

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