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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 338

Ese grupo llegó como un torbellino y desapareció igual de rápido.

En cuestión de segundos, solo quedó Benicio, apoyado junto al carro, jadeando frente al bote de basura, pero ni siquiera podía vomitar, aunque el estómago le daba vueltas como nunca.

De pronto, salió la señora encargada de la limpieza del estacionamiento. Al ver el desorden, se le fue encima a Benicio con palabras que cortaban como navaja.

—¿Y tú qué? Bien vestido y todo, pero haces este tipo de cosas. ¿No tienes nada mejor que hacer que andar jugando con la basura? ¡Si seguro tú eres la basura! ¿Por qué no te tiras tú mismo aquí?

Mientras barría, le picó el pie con la escoba, como si quisiera empujarlo a la pila de desperdicios.

Benicio solo pudo apretar los dientes, aguantando las ganas de vomitar. Tomó la escoba con una mano temblorosa y murmuró, entre arcadas:

—Perdón… —hizo una pausa, aguantando el asco— señora… yo… yo lo barro… —otra arcada lo interrumpió.

—¡Pues barre bien! Y además vas a tener que lavar el piso —le soltó ella, sin mostrar ni una pizca de compasión.

Detrás de una pared, en una esquina cercana, dos personas que observaban la escena se miraron y asintieron antes de marcharse.

Ellos habían planeado limpiar el tiradero una vez que Benicio se fuera, pero al ver que él mismo lo hacía, decidieron dejarlo solo.

Después de todo, pensaban que Benicio merecía revolcarse con la basura.

En ese estado, Benicio no tenía ni ánimos ni cara para regresar a la oficina. Cuando terminó de limpiar, subió al carro y se fue directo a casa.

...

Ya en su departamento, se dio un baño largo, tratando de quitarse de encima no solo la suciedad, sino el peso de todo lo que le estaba pasando. Terminó sentándose frente a una silla vacía, con la mirada perdida.

Esa silla había sido la favorita de Estefanía.

Ahí pasaba horas viendo series, leyendo libros o, ahora que lo pensaba, también estudiando inglés.

Sobre el escritorio aún estaban muchas de sus cosas: un portalápices con plumas, algunos libros que había dejado abiertos, todos de historia del arte.

Abrió uno de los cajones y se encontró con más libros. Sacó uno al azar: era de exámenes de práctica de inglés.

Recordó que a Estefanía nunca se le había dado el inglés. Siempre había sido artista, y durante la prepa las notas tampoco le ayudaban mucho. La última vez que hojeó ese libro, vio que ella había fallado en casi todas las preguntas.

Pero ahora, al abrirlo sin mucha expectativa, se sorprendió. Las calificaciones de lectura ya marcaban un 7.

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