Estefanía, como era de esperarse, se mostró aún menos dispuesta a escuchar, salió del elevador sin dudar.
—Está bien, quédate tú. Yo busco otro.
—¡Estefanía! —Benicio ya no supo qué hacer, la tomó suavemente de los hombros y la empujó de vuelta al elevador—. Solo quiero acompañarte.
—No hace falta —replicó ella mientras presionaba el botón de cerrar puertas.
Él ya conocía esa reacción. Rápido, puso la mano para impedir que se cerrara la puerta.
—Por lo menos, sácame de tu lista de bloqueados. Así podré enviarte los archivos que necesitas.
Estefanía, sin decir palabra, desbloqueó su contacto ahí mismo, delante de él.
—¿Ya está? Si no tienes nada más que decir, no me molestes.
No tuvo más remedio. Si seguía insistiendo, solo lograría que ella lo detestara aún más. Así que la vio cerrar la puerta y observó cómo el número del piso descendía poco a poco.
Dentro del elevador, Estefanía apretó la mano contra su pecho.
Ahí, en ese lugar, durante cinco años, se habían ido acumulando espinas, una tras otra, hasta que dolían de forma constante. A veces, el dolor se volvía tan agudo que sentía cómo le sangraba el alma.
Pensaba que le tomaría mucho tiempo, quizá toda la vida, arrancar esas espinas una por una.
Pero no.
Hoy, al llevar la mano a ese mismo sitio que antes le dolía tanto, descubrió que ya no sentía nada.
En realidad, solo puedes sentir dolor si aún amas a esa persona.
Si el dolor desaparece, significa que ya no hay amor.
Qué liberador, Benicio. Ya no te amo. Por fin, de verdad, ya no te amo.
...
Lo que no esperaba era encontrarse a Ernesto al salir del elevador.
Sin duda, él la estaba esperando.
—Estefanía —dijo Ernesto, algo nervioso—, ¿tienes tiempo para un café?
—No —respondió ella, sin ocultar su desagrado. No tenía ningún aprecio por los hermanos de Benicio. Sin darle más vueltas, siguió caminando.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...