El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 376

Hospital.

Benicio Téllez había ido a pagar la cuenta, mientras Gregorio y Cristina Luján esperaban en la sala de espera.

Cristina no podía ocultar su molestia.

—De veras, Beni es tan terco… ¿Cómo es posible que quiera entregarle todos sus bienes a Estefanía Navas? Ni siquiera en el acuerdo de divorcio que le mandó Estefanía viene eso, ella ni se lo pidió, ¡pero él se empeña en dárselo!

Gregorio bajó la voz y trató de calmarla.

—Le va a dar lo suyo, pero solo es su dinero personal. Mientras la empresa siga funcionando, todavía se puede hacer más. No te claves con eso de ahorita. Lo importante es que Beni logre divorciarse sin más problemas. Si esto sigue así, para cuando el niño nazca, ni siquiera va a tener un papá de verdad.

Cristina frunció el ceño, el corazón le pesaba.

—Gregorio, ¿de verdad va a ser así? ¿No crees que…?

—Ya, mejor vamos a hacernos el chequeo —interrumpió Benicio, que acababa de regresar.

Ambos se callaron al instante, sin decir una palabra más.

...

Después de la revisión, los resultados salieron normales.

Al salir del hospital, ya en el carro, Cristina fue la primera en romper el silencio.

—¿A dónde vamos a comer? Yo ya tengo hambre.

Benicio manejaba sin mirar a nadie, distraído.

—¿A dónde quieren ir? Yo las llevo.

—¿No vas a comer con nosotros? —preguntó Cristina, con tono de reproche.

—Tengo unas cosas pendientes —respondió Benicio.

Cristina se cruzó de brazos y no dijo más. Se quedó mirando por la ventana, molesta.

Benicio ni cuenta se dio de su enojo y siguió manejando como si nada.

Cristina, cada vez más enfadada, no pudo aguantar más y se volvió a él. Si no hablaba, seguro Benicio la dejaba en el destino sin pronunciar palabra.

—¡Beni, no puedo estar así, comiendo bien un día y mal otro! ¡Estoy embarazada! ¡Necesito comer mejor, no puedo seguir pidiendo comida o comiendo en la calle todos los días!

Benicio se sorprendió un poco.

—¿Quieres que contrate a alguien para que te cocine?

Cristina lo miró, con los ojos llenos de lágrimas.

—¿No puedes venir a mi casa después del trabajo?