El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 263

Cristina bajó la cabeza de inmediato, con los ojos enrojecidos, mostrando una cara de víctima silenciosa.

Benicio, en cambio, mantuvo el gesto adusto y se paró junto a Cristina.

—¿Qué intentas decir con eso? ¿Acaso Cris dijo algo incorrecto? Ella solo quiere ayudar, ¿por qué tienes que burlarte así de ella?

Cristina, al escuchar eso, se apresuró a jalarle la manga a Benicio, con una mezcla de miedo y ternura.

—Beni, no le hables así a Estefanía. Ella solo está de malas, deberías entenderla.

Benicio no respondió, pero sus ojos llenos de enojo se clavaron en Estefanía, como si quisiera fulminarla.

Cristina continuó hablando con voz suave.

—Beni, no le digas eso. Estefanía pasa todos los días con esas bailarinas, y aunque su cuerpo ya no le responde, sigue queriendo bailar. Debe sentirse muy mal… Estefanía, no te presiones, aunque ya no puedas bailar, Beni nunca te va a dejar de querer. Si te lastimas, a él es a quien más le duele.

Sonaba tan dulce, tan considerada, que cualquiera habría pensado que de verdad se preocupaba por Estefanía. Pero ella alcanzó a notar la chispa de triunfo en los ojos de Cristina, sobre todo cuando mencionó “ya no puedes bailar”. Fijó la mirada en sus pies, como si disfrutara de su desgracia.

Y claro, Benicio, con lo despistado que era, seguro volvía a creer que Cristina era un angelito preocupado por ella.

No falló. Benicio, con cara de mártir, repitió su viejo discurso.

—Si al menos fueras la mitad de sensata que Cris… No tendría que dejar la empresa para venir hasta aquí por ti.

—¿Ah, sí? ¿Tan difícil es? ¿Pero bien que antes no te costaba nada venir hasta acá solo para traerme una muñeca hecha a mano, verdad? —le soltó Estefanía, recordando momentos que ya prefería olvidar, pero que estos dos se empeñaban en restregarle en la cara.

—¿Y acaso no te la regalé? —repuso Benicio, endureciendo el gesto.

—¿De verdad? —devolvió Estefanía—. Ya ni quiero saber para quién la compraste. Solo te aclaro que no me gustan las muñecas.

Benicio se quedó sin palabras.

En ese momento, Noel, que había estado callado, intervino.