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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 87

Aunque no logró sanar por completo, al menos su proceso de tratamiento podría servir como caso de estudio y experiencia para los médicos. Eso también era valioso.

No podía negarlo: desde que había vuelto a tener una esperanza en la vida, todo en ella se volvió más apacible, como si finalmente hubiera encontrado un poco de calma en medio del caos.

Al salir de la acupuntura, se topó con una heladería nueva en el centro comercial cercano. Se permitió un pequeño gusto: un helado de pistache. Saboreando el dulce frío, regresó a casa en un carro de sitio.

Después, tocaba agendar la cita para la visa de estudios.

Eligió una fecha próxima. Cuando recibió el correo de confirmación, una chispa de emoción le revoloteó en el pecho. Era un paso más hacia ese futuro que tanto anhelaba.

El viaje reciente la había dejado algo agotada. Tras programar la cita, comió cualquier cosa, se dio un baño y, sin pensarlo demasiado, se metió temprano a la cama. Desde ahí, celular en mano, empezó a buscar departamentos, experiencias de otros estudiantes en el extranjero y posibles futuros compañeros de universidad.

No tardó mucho en descubrir cómo rentar un lugar y pronto se registró en un sitio especializado en alquileres.

Las fotos de departamentos y calles llenas de un aire extranjero aparecieron en la pantalla. Al verlas, una oleada de emociones la desbordó. Sintió unas ganas incontenibles de llorar y, cuando menos lo pensó, las lágrimas ya corrían libremente por su cara.

Eran lágrimas de felicidad, de esas que llegan después de tanto esfuerzo y dolor. Lágrimas que sabían a recompensa.

Por un momento, sintió como si le crecieran alas en la espalda, listas para llevarla a volar a cielos lejanos. El futuro, al fin, se sentía posible.

Afuera, la noche envolvía todo en silencio. Faltaba un día menos para despedirse de ese lugar.

Ahora sí, estaba contando los días, tachando uno tras otro, esperando que llegara ese momento de partir.

Ya no le importaba a dónde había ido Benicio después de regresar a Puerto Maristes ese día. Ni siquiera quería saberlo.

Antes, siempre lo esperaba despierta. Especialmente al principio del matrimonio, cuando buscaba cualquier pretexto para romper la distancia entre ellos. Pero, la verdad, su vida y la de él nunca se cruzaron antes de casarse.

Ella quería estar cerca de él, así que preguntaba cómo le había ido, a dónde había ido ese día.

Él siempre respondía con lo mismo:

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