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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 99

En realidad, cuando dejas de esperar algo de otra persona, el dolor se va desvaneciendo poco a poco.

Estefanía terminó de cambiarse los zapatos y se preparaba para salir, cuando Benicio la alcanzó enseguida.

—¿A dónde piensas ir?

Al ver que Estefanía ni siquiera le dirigía la mirada, se giró hacia Elvira.

—¿Sabes a dónde va la señora?

Elvira tenía la misma cara de desconcierto.

Benicio tomó las llaves del carro y la siguió directo al elevador.

Estefanía lo miró de reojo, notando esa sombra de barba sin afeitar que le cubría la mandíbula, y no pudo evitar soltarle:

—Señor Benicio, ¿no tienes nada mejor que hacer?

Cinco años.

En cinco años, él jamás la había seguido con tanta insistencia. Era tan extraño que costaba creerlo.

—Ya te dije que estoy de vacaciones.

Estefanía, mirando cómo se cerraban las puertas del elevador, preguntó con voz tranquila:

—¿Ah sí? ¿Entonces Cristina ya fue a entregarse?

Benicio titubeó un instante con la mano sobre el botón del elevador.

Estefanía esbozó una leve sonrisa y no dijo más.

Ya lo sabía, mucho ruido y pocas nueces.

Pero bueno, tampoco importaba, porque ella ya había ido a denunciar todo.

—Estefanía, ¿no que a la abuela le gustan los postres de Delicias Zafiro? ¿Por qué no pasamos a comprar algunos de camino? Y de ahí compramos unas cosas para la cena, así comemos en su casa esta noche —sugirió él, esquivando el tema.

—Me parece bien —respondió ella. Su tono era tan ligero y sereno, sin rastro de enojo.

—Estefanía —le tomó la mano con fuerza—, ese día que tomé tu identificación, en realidad yo quería...

El elevador sonó —ding— y las puertas se abrieron en el estacionamiento subterráneo.

Estefanía retiró su mano sin vacilar y salió primero.

Benicio se quedó mirando la forma en la que ella avanzaba, arrastrando ligeramente el pie, y no pudo evitar arrugar la frente antes de seguirla.

Tal como él lo dijo, primero pasaron por Delicias Zafiro a comprar los postres favoritos de la abuela. Cuando Benicio sugirió ir al supermercado por ingredientes para la cena, Estefanía negó con la cabeza.

—No hace falta, en casa de la abuela siempre hay mejores verduras que en el súper.

No quería ir al supermercado. No era solo por evitar el lugar; era porque, años atrás, la chica que él había dejado atrás terminó allí en el suelo, herida de un modo que nunca pudo olvidar.

—Está bien, como tú digas —Benicio aceptó y no insistió en ir al supermercado.

Pero mientras el carro avanzaba, Estefanía empezó a notar que ese no era el camino a casa de la abuela...

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