El CEO se Entera de Mis Mentiras romance Capítulo 112

Él no quería seguir atrapado entre dos mujeres. ¡Tenía que terminar con Raquel de una vez!

...

Laura escuchó golpes en la puerta en plena noche. Se puso algo de ropa apresuradamente y fue a abrir. —¿Quién es?

Raquel estaba afuera.

No traía nada consigo, solo un chaleco amarillo pálido que doña Isabel le había regalado. Con una sonrisa amarga, miró a Laura y dijo: —Laura, otra vez estoy sin hogar. ¿Puedo quedarme contigo?

Laura la jaló rápidamente hacia adentro. Las manos de Raquel estaban heladas, así que comenzó a frotarlas para calentarlas. —Raquelita, ¿qué te pasó? ¿Cómo es que sales sola a estas horas? ¡Es peligrosísimo!

Raquel curvó los labios en una mueca irónica. —Hoy Ana cayó por las escaleras y le prohibió a Alberto vivir conmigo. Así que me echaron.

Laura se quedó inmóvil por un momento y luego la abrazó con fuerza. —¡Malditos esos dos!

Sus ojos se humedecieron y su voz se quebró. —¿Cómo pueden... ser tan crueles?

...

Al día siguiente.

Raquel se presentó en la Universidad del Futuro. Rodrigo ya había arreglado todo, así que el proceso fue sencillo y la asignaron a la clase 12 de Medicina.

Se sentó en la última fila, sola. Sus compañeros parecían amables y se presentaron con ella.

En ese momento, alguien comentó emocionado: —En un rato vendrá el señor Rodrigo a darnos clase en persona. Es un apasionado de la medicina y toda una eminencia en el campo.

—Hace mucho que el señor Rodrigo no da clases. Esta sesión es improvisada. ¡Somos muy afortunados!

Señor Rodrigo. Es decir, Rodrigo.

Un rostro familiar.

Raquel no había dormido bien la noche anterior, y el sueño empezó a apoderarse de ella. Bostezó y se recostó sobre el escritorio para dormir un poco.

Poco después, el bullicio en el aula se desvaneció de golpe. Los estudiantes corrieron a sus asientos. El señor Rodrigo había llegado.

No le quedó más remedio que dar unos golpes sobre el escritorio.

El sonido hizo que Raquel despertara.

Abrió los ojos lentamente y, con una mirada somnolienta y clara, levantó la cabeza para ver a Rodrigo frente a ella.

Rodrigo la observó, pero notó que ella también lo estaba observando.

Él estaba por hablar. —Tú eres...

Pero Raquel se le adelantó. —¿Tú eres Rodrigo?

¿Tú eres Rodrigo?

Rodrigo quedó atónito. Durante años, dondequiera que iba, todos lo llamaban con respeto "señor Rodrigo". Hacía mucho que nadie se atrevía a llamarlo por su nombre de pila.

¡Y ella lo hizo sin dudar!