Resumo do capítulo Capítulo 623 do livro El CEO se Entera de Mis Mentiras de Internet
Descubra os acontecimentos mais importantes de Capítulo 623 , um capítulo repleto de surpresas no consagrado romance El CEO se Entera de Mis Mentiras. Com a escrita envolvente de Internet, esta obra-prima do gênero Triángulo amoroso continua a emocionar e surpreender a cada página.
María sostuvo la mano de Ana con alegría, llena de esperanza. Ahora Ana era su única ilusión, y creía con firmeza que ella la salvaría.
Ana miró a María y la llamó: —Mamá.
María abrazó emocionada a Ana. —Anita, estoy aquí.
Ana se dejó envolver por el caluroso abrazo de María. —Mamá, Víctor ya ha empezado a sospechar sobre mis verdaderos orígenes.
—¡¿Qué?!
María quedó petrificada. —Anita, ¿cómo es que el jefe Víctor está empezando a dudar de tu procedencia?
—Mamá, fui a rogarle al jefe Víctor por ti. Quería que te liberara, pero él está convencido de que cometiste un cruel asesinato y se niega a soltarte. Me arrodillé ante él, y entonces me dijo que tú simplemente eras mi madre adoptiva, no mi madre biológica. Así que comenzó a sospechar de mi origen —dijo Ana con el rostro lleno de dolor y agravio.
María se sintió profundamente conmovida. —Anita, que hayas intercedido por mí de esa manera me llega al alma. Pensé que ya no me querías.
—¿Cómo puedes decir eso, mamá? En el hospital te señalé porque no tuve otra opción, fue solo una táctica para ganar tiempo. ¿Cómo podría abandonarte a tu suerte o no intentar salvarte? Pero ahora no solo fracasé en salvarte, sino que además Víctor ya está empezando a desconfiar de mí. Mamá, ¿qué voy a hacer ahora?
—Si pierdo mi identidad como hija del hombre más rico del mundo, la familia Pérez me rechazará, la familia Barroso también, y no me quedará nada. Desde niña siempre fui en todo mejor que Raquel, y ahora ella va a aplastarme, a humillarme de la peor manera. Mamá, no quiero vivir de esa forma.
—Tú eres mi madre biológica. Tienes que ayudarme, ¿sí? en este momento eres la única persona en la que puedo apoyarme.
Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Ana. Lloraba desconsolada, visiblemente afectada.
María sintió un dolor punzante en el pecho. —Anita, no llores. No te afanes pensaré en algo.
—¿Pero en qué podrías pensar? Ahora el jefe Víctor está decidido a hacerte confesar de cualquier manera. Ya sospecha de nosotras. A menos que...
—¿A menos que qué?
—A menos que... desaparezcas de la mismísima tierra.
—¡¿Qué?!
El rostro de María se volvió tan pálido como el papel. De pronto, comprendió que había sido ella misma quien había empujado a Ana a alcanzar la posición en la que ahora se encontraba.
—Mamá, desde pequeña me enseñaste a escalar posiciones, a pisotear la dignidad de Raquel. ¿No fuiste tú quien me inculcó todo eso? Ya estoy acostumbrada a ser admirada, protegida, consentida. ¡No quiero perderlo todo en estos momentos! Eres mi madre biológica, y ahora que se ha confirmado que cometiste un asesinato, no tienes escapatoria alguna. ¿Deberías hacer algo más por mí?
Mientras hablaba, Ana sujetó con fuerza los hombros de María. —Mamá, te lo ruego, ayúdame. Si te haces responsable de todo, podrías salvarme.
María miró estupefacta a Ana. Durante toda su vida, había allanado el camino para ella. Depositó todas sus esperanzas en su hija. Fue ella quien le enseñó a ascender sin escrúpulos ante la vida, a usurpar la identidad de la salvadora de Alberto, a fingir ser la hija del magnate. Todo esto lo había hecho con su consentimiento.
Pero al final, ella era quien debía pagar el alto precio.
Estaba probando el amargo sabor de rendir cuentas por los grandes errores que ella misma había cultivado.
El egoísmo y la falta de escrúpulos de Ana habían sido sembrados por ella misma.
Y ahora, simplemente iba a ser abandonada por su propia hija biológica.
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