El CEO se Entera de Mis Mentiras romance Capítulo 651

Camila se quedó pasmada en el lugar, y un auto se le vino encima.

De repente, un brazo fuerte se extendió hacia ella, la rodeó por la cintura delicada que cabía en una sola mano y la atrajo con fuerza; fue arrastrada hacia un cálido y robusto pecho.

Este pasó rozando a Camila.

Camila, aún en estado de shock, alzó la asombrada mirada y vio al hombre que la abrazaba.

Era en efecto él.

Aquel tipo casi que enmascarado con un tapabocas que había estado buscando apareció en su campo de visión.

¡Había entonces aparecido!

Camila lo miró y dijo: —Eres entonces tú.

Sin pensarlo el hombre la soltó y habló con voz grave: —¿Me estabas buscando?

Camila afirmó. —Sí, te estaba buscando.

El hombre respondió con frialdad: —Ten más cuidado la próxima vez.

Y al terminar, se dio la vuelta y se marchó.

Camila corrió tras él. —¿Quién eres? ¿Nos hemos visto antes, verdad?

El hombre respondió: —No te conozco.

Camila no le creyó—Dices que no me conoces, entonces ¿por qué me salvaste hace un momento? Hoy me has salvado dos veces.

La primera fue cuando la rescató de los hombres vestidos de negro, y la segunda fue ahora, en la calle.

El hombre habló sin mostrar emoción alguna: —Sólo lo hice por humanidad, esto fue algo insignificante para mí.

—¡No te creo! Estoy segura que nos conocemos.

El hombre devolvió la pregunta: —¿Es él la persona que te gusta?

¿Era esa persona la que le gustaba?

El sujeto no detuvo sus pasos. —Vuelve a casa, no me sigas más.

De pronto, Camila avanzó y se colocó directo frente a él, bloqueando su camino. Sus hermosos ojos almendrados lo miraban con obstinación. —No voy a regresar, a menos que me dejes ver tu rostro.

El hombre se detuvo en seco. Miró el rostro radiante y maduro de Camila. —De verdad, no soy la persona que tú conoces.

—Entonces déjame ver tu rostro.

—¿En serio quieres verlo?

—Sí.

—Está bien, te dejaré verlo.

El hombre accedió.

Los ojos de Camila al instante se iluminaron. Dio dos pasos hacia él, se acercó lentamente y extendió su delicada mano para quitar la mascarilla negra del hombre.

Ella creía con firmeza que él era Héctor.