El día que mi viudez se canceló romance Capítulo 221

La cara de Claudio se puso roja, casi como un tomate, mientras se esforzaba por sacar una frase de su garganta.

—Deberías sentirte agradecida de que tu hermana sea Marisa.

Si hubiera sido cualquier otra mujer, una completa desconocida, la que se atreviera a tratarlo así, la cosa habría terminado muy mal.

—¿Ahora resulta que ya te aprendiste el nombre de mi hermana? ¿Qué le hiciste? ¿Dónde está?

La expresión de Sabrina cambió de enojo a susto, mezclada con una preocupación evidente.

Marisa era tan joven, apenas había logrado salir de un infierno, y ahora temía que algo terrible le hubiera pasado.

Claudio empezó a sudar frío.

—¿Y qué si sé su nombre? ¿Acaso con eso ya le hice algo?

—¿Por qué sabrías su nombre si no fueras culpable de algo? ¡Si no la lastimaste, entonces explícame!

Sabrina, con esa mirada intensa y desafiante, no dejaba escapar ni un detalle. Claudio solo pudo poner los ojos en blanco, resignado.

—Rubén es mi amigo. ¿Tan raro es que conozca a tu hermana?

Sabrina no se tragaba esa excusa.

—¿Rubén tendría un amigo tan retorcido como tú? ¡No te hagas el inocente!

Claudio, cansado de la discusión, señaló el último salón privado al fondo del pasillo.

—Si no me crees, ven conmigo. Rubén sigue en ese salón.

Sabrina lo miró con desconfianza.

—Vamos, pero si no veo a Rubén ahí, en ese instante llamo a la policía.

Y así, como si estuviera escoltando a un delincuente, Sabrina caminó tras Claudio, alerta y lista para cualquier cosa.

Avanzaron con cautela hasta la puerta del salón. Claudio sentía la presión en la espalda, como si tuviera una pistola apuntándole.

—Maldita sea— pensó. —Esta mujer debería agradecer que es familia de Rubén, si no, ya la habría sacado de Clarosol a patadas.

Pero apenas Claudio dudó un segundo antes de abrir la puerta, Sabrina le soltó una patada.

—¿Qué esperas? ¿Estás tramando algo? Te advierto, si en el aeropuerto pude enviarte directo a la comisaría, aquí también puedo hacerlo.

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