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Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 128

Valentina sonrió, podía ver que Diego la estaba elogiando de manera indirecta.

Miguel comentó:

—Si Sofía, por oponerse a ti, no duda en sacrificar la empresa de su hermano... no entiendo en qué está pensando.

Nadie creía que Sofía pudiera resolver por sí sola los problemas de Sebastián. Si no podía solucionarlos, ¿por qué no se rendía? Solo era renunciar al trabajo, no era gran cosa.

No ceder ni un paso era crear problemas sin sentido, estaba loca. Quizás Gabriel había cambiado de mentalidad. No quería participar en lo que decían; al contrario, sentía una repulsión.

Observaba el vino en su copa, ligeramente distraído.

—¿En qué piensas? —Diego le echó un vistazo.

Gabriel negó con la cabeza.

—En nada.

—¿Te gusta alguien?

Él se sorprendió, no esperaba que Diego le hiciera esa pregunta. Negó con la cabeza.

—No.

Pensó para sí: "Claro que sí. Me gusta tu esposa. Bueno, para ser exactos, me gusta tu exesposa".

Entonces Gabriel entrecerró sus ojos.

—Pero Diego, tengo curiosidad. Si en el futuro alguien se enamorara de Sofía y la cortejara, ¿sentirías aunque sea un poquito de tristeza?

Era obvio que a él no le gustaba Sofía, así que no había problema en preguntar. Era una pregunta de chisme. En ese momento, todos miraban a Diego. Él respondió:

—No.

Lo dijo sin vacilar.

—Oh. —Gabriel insistió—. ¿En serio? ¿No sentirías nada?

—No voy a repetirlo.

Perfecto, también le daría una lección. Por eso, Valentina esperaba que esta vez Sofía no se rindiera y siguiera enloqueciendo. Tenía muchas ganas de ver cómo terminaría esta farsa.

***

En la cena de negocios del presidente de Corporación Sierra, todos los asistentes eran figuras poderosas e influyentes, muchos de los que solo se veían en los noticieros. Sofía siguió detrás de Mónica, cumpliendo con su trabajo.

Alejandro manejó todo durante la velada, con una presencia imponente, sin perder ni un poco de su dignidad. Después de una hora, eran las diez de la noche y la cena de negocios terminó.

Todos los demás se fueron, la gente de Corporación Sierra se quedó hasta el final, la mayoría fue al baño o salió a hacer llamadas. En el salón privado solo quedaron Sofía y Alejandro.

Ella no pudo evitar mirarlo. Durante todo el día, Alejandro no había ido a la oficina. En la cena, de principio a fin, tampoco la había mirado ni una vez. Era normal. Alejandro era así, no prestaba demasiada atención a nadie.

Pero, en el salón solo estaban ellos dos y su mirada era demasiado obvia. Alejandro no pudo ignorarla. Entonces, la miró.

Se miraron a los ojos. Él no preguntó nada. Desde que conocía a Alejandro, Sofía nunca había estado tan nerviosa e involuntariamente apretó las manos. Entonces, Alejandro echó un vistazo a sus manos y preguntó:

—¿Por qué estás nerviosa?

—Señor Montoya —Sofía preguntó—: ¿Usted odia a Diego?

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