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Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 158

Cristina pensaba para sí: “Sofía, me quito el sombrero. ¡Estamos hablando nada menos que de Diego!”

Había visto a Diego varias veces. Tanto él como Alejandro reflejaban ese aura paralizante, ese aire frío intimidante. Como esos profesores universitarios jóvenes y brillantes que inspiran respeto y distancia, que son intocables y que no toleran desplantes.

Imagínate ser un estudiante frente a un profesor con semejante poder y prestigio. ¿Quién tendría las agallas suficientes para plantarle una cachetada? Da miedo solo pensarlo.

Que Sofía se hubiera atrevido a tanto era increíble.

Isabella también estaba asombrada. Aunque Diego la consentía, seguía siendo la figura de autoridad, el líder del Grupo Empresarial Villareal. Ella jamás cruzaría esa marcada línea.

Y Sofía apenas era tres años mayor, también joven. Siempre tan obediente con Diego... ¿de dónde sacó tantas agallas?

—Cristina, estoy perdida. Si ya no respeta ni a Diego, ¿qué puede esperarme a mí? ¡Y encima de todo Alejandro la respalda!

Cristina dudó y dijo:

—Pues sí... O perdió la cordura por completo o llegó al punto donde todo le da igual.

Lo peor es lidiar con alguien que no tiene nada que perder. Sin talones de Aquiles, no hay forma alguna de contraatacar.

Isabella vació su copa de pura rabia.

—¡No voy a dejar que esto quede así!

Cristina consideró aconsejarle que lo olvidara, pero después de dos lecciones y un baño de vino, sabía muy bien que Isabella jamás dejaría pasar semejante ofensa.

... Aunque tenía el presentimiento de que no le ganaría a Sofía.

Era solo intuición femenina.

***

Casa de té. Gabriel llegó cuando Diego acababa de colgar con Isabella.

Las últimas palabras de Isabella le daban vueltas una y otra vez en la cabeza.

Sofía estaba con Alejandro.

¿Qué hacían juntos en un bar? ¿Compartiendo tragos? ¿Desde cuándo eran tan cercanos como para verse así? ¿Cómo había logrado Sofía conectarse con Alejandro?

Con esa personalidad sombría y distante, ¿cómo la aguantaba Alejandro? ¿Y de dónde sacaba el descaro para poder retarlo?

Un torbellino de preguntas oscurecía su expresión.

Gabriel, que lo conocía desde hace años, notó su mal genio. Le intrigó demasiado y dijo:

—¿Qué te tiene de raro?

—No es tu problema.

Gabriel ni siquiera pestañeó.

Si Gabriel soltaba de manera casual decenas de millones, apostaba a que Sebastián no podría negarse.

Hechos consumados.

Sebastián solo sabía que iba a ver a un inversionista adinerado. En el camino, Sofía lo llamó invitándolo a cenar.

Ajá, claro.

Sebastián fingió menospreciar los “intentos de congraciarse” de Sofía mientras le compartía la ubicación.

Sofía trabajaba en la Corporación Sierra. Como secretaria ejecutiva, dominaba las negociaciones mejor que él.

Que viniera a conocer de una vez al inversionista y los ayudara con la plática.

Luego cenarían.

Él invitaba.

Joaquín observó la situación.

—Vaya, Sebastián, cada vez está mejor con tu hermana.

—Nah, la traigo de mano de obra gratuita.

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