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Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 228

En ese instante, insultar con coraje a Diego le resultaba tan liberador que no había razón para guardar las apariencias. Ya no pensaba contenerse.

Además, contaba con el respaldo de Alejandro, un hombre poderoso.

Sofía ya se había quitado esas cadenas en la cabeza.

Con la promesa de Alejandro de que podía apoyarla, y la certeza de que ella podía pagar el precio, ya no tenía nada que temer.

Diego empezó a respirar fuerte debido a su rabia.

Quería mirarla como para devorarla, deseaba descubrir cuál era su verdadera versión.

Apretó el puño y, de la nada, tuvo que admitir que, en efecto, era un miserable.

Cuando Sofía obedecía, él se sentía cómodo, pero ni la veía dos veces.

Ahora que se mostraba afilada y feroz, lo enfurecía… y, aun así, no podía apartar la vista.

Incluso esperaba ver qué otra osadía sería capaz de cometer.

Cuando vio que no respondía, Sofía se preparó para irse.

—Hazte a un lado. Me da agrieras verte.

Diego no parpadeó.

—Haz que ese hombre se vaya.

Sofía lo miró con seriedad.

—¿Vas a meterte?

—¡Haz lo que digo!

—Está bien —respondió—, pero voy a llamar a otros modelos. No podrás vigilarme todo el día. Cuando no estés, siempre habrá hombres a mi lado. ¿Para qué desgastarte en vano?

Por primera vez, Diego entendió lo que era quedarse en blanco por la furia.

Tal vez por el alcohol, pero estaba tan enojado que ni sabía qué decir.

Irritada, Sofía solo se rio, lo esquivó y se fue.

Carter se quedó paralizado, sin saber si era por sorpresa o por miedo.

—Vámonos —dijo ella, jalándolo.

De la nada, Diego reaccionó y trató de agarrarle la mano.

Justo entonces llegó Gabriel, vio la escena y, por instinto, quiso meterse.

No encontraba palabras para decir lo miserable que se sentía.

Gabriel estaba intrigado: Diego estaba demasiado raro.

Sofía notó que Carter movió la cabeza de lado a lado; estaba sudado, lo cual mostraba que no estaba tan bien como decía.

Cuando quiso tomarlo del brazo, una mano larga y fuerte se interpuso y empujó a Carter con un movimiento rápido, pero fuerte.

El stripper retrocedió un poco, un paso, sin daño, pero con el corazón acelerado.

Cuando levantó la vista, reconoció al hombre, más alto que él, y volvió a quedarse rígido.

Ya sabía que el más agresivo era el exmarido de Sofía, pero ese otro…

El primero imponía miedo por su agresividad; el segundo, por una calma seria y una presión invisible igual de aterradora.

De los dos salía un poder que lo intimidaba.

Y claro, eran muy distintos a Gabriel.

Esa noche, Carter había visto de todo.

—Señor… —murmuró Sofía, sorprendida, cuando reconoció la cara atractiva y seria de su jefe.

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