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Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 268

—¡Mateo! —Valentina también se alteró.

—Sí, fue Diego quien te pidió hacerlo, pero antes te dio treinta millones de dólares de inversión. Si él te encarga algo, ¿no deberías cumplirlo? ¿No entiendes las reglas más básicas del agradecimiento y la responsabilidad? Además, la persona contra la que actuaste fue Sebastián. Y en ese momento tú estabas más ansioso que nadie, incluso más que Diego. ¡Porque tú también querías verlo caer! ¡Tú mismo deseabas aprovecharte de esa ventaja! Te conozco demasiado bien, no lo niegues. Ahora que fracasaste, ¿quieres lavarte las manos? ¡Las cosas no son así! No puedes pretender quedarte con las ganancias y nunca asumir las consecuencias.

Hizo una pausa y continuó:

—Y al final, era solo un proyecto. Si se perdió, se perdió. Al menos la inversión de Diego cubre de sobra esa pérdida. ¡No tienes derecho a exigirle que arregle todo!

Mateo no podía creerlo.

—Valentina, ¿cómo puedes ponerte en mi contra…?

—Lo único que hago es decirte la verdad. Si Sebastián hubiera quebrado, si no te hubieran atacado, ¿estarías ahora haciéndote el pobrecito? ¡Ya estarías cantando victoria por todos lados! Fracasar es fracasar, ¿y qué? Mientras no estés muerto, siempre hay oportunidad de empezar de nuevo. Pero si solo sabes quejarte, perder el control y dejar que las emociones te dominen, no solo pierdes en los negocios, también pierdes como persona. ¡Tus enemigos solo se van a reír de ti!

Mateo se rio con amargura.

—Lo que pasa es que ya no quieres ayudarme. Piensas que te hago quedar en ridículo.

Valentina sintió que estaba hablando con una pared. Mateo y Sebastián tenían casi la misma edad, apenas veinte años, ocho menos que ella. Esa diferencia de experiencia hacía imposible comunicarse.

—Olvídalo. Si no quieres escuchar, no seguiré insistiendo. Pero lo del servidor… nadie puede arreglarlo. Acéptalo.

Mateo se puso tieso y la miró fijamente.

—¿No que eras tan buena? ¿Cómo es que no puedes resolver algo tan “simple”?

Por primera vez, Valentina de verdad perdió la paciencia.

—¡Ya no puedo hablar contigo!

—¡Lo sabía! —gritó Mateo—. ¡Lo sabía! Me tratas como a un tonto, me menosprecias y por eso no quieres ayudarme. ¡Todos ustedes me desprecian! ¡Todos se burlan de mí! ¡Soy un inútil, un fracaso! ¿Estás feliz ahora?

¿Por qué tanta diferencia?

Tal vez era el carácter, o tal vez las experiencias. Sebastián había vivido más dificultades, y eso había fortalecido su voluntad.

Mateo, en cambio, lo había tenido demasiado fácil.

Así que Valentina decidió desviar su atención.

—Si estás tan seguro de que fue Sebastián, enfréntalo. O, al menos, haz lo que él haría: dale una paliza y desahógate.

La expresión de Mateo cambió al instante.

Pero Valentina añadió tranquilamente:

—Lleva a Manuela.

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