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Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 643

Esa noche, Sofía llevaba un abrigo negro delgado que apenas le cubría las caderas. La prenda le ajustaba la cintura con un cinturón bien apretado. Debajo, usaba un pantalón del mismo color y unas botas cortas de cuero, también negras, con el borde del pantalón metido dentro.

Era alta, de figura esbelta y, bajo la luz de la luna y de los faroles, ese conjunto hacía que su silueta se viera aún más alargada. La tela del abrigo se movía con el viento y su cabello oscuro, suelto, pegándole en la cara, hacía resaltar el tono claro de su piel. Parecía que brillaba, como si la luna se reflejara en ella.

Toda la escena parecía sacada de una película: Sofía, parada junto al auto, se veía como una figura recortada contra la noche. Su postura, firme y elegante, transmitía una energía contenida. Era delgada, sí, pero daba la impresión de tener una fuerza que se sentía incluso en el aire. Era, simplemente, impresionante.

Isabella casi no la reconocía. Cuando Sofía le indicó que subiera al auto, no respondió nada. Solo obedeció. Sofía se acomodó frente al volante. Isabella, en el asiento del copiloto, seguía impactada. Ni siquiera se había puesto el cinturón.

En silencio, Sofía se lo abrochó, luego sujetó el volante, pisó el acelerador... y despertó el rugido del motor. El sonido del McLaren la envolvió por completo. Isabella contuvo la respiración.

Había algo conocido en todo eso: el rugido, la vibración, la forma en que Sofía se concentraba, intensa y tranquila al mismo tiempo, con un brillo lleno de adrenalina en los ojos.

El auto salió disparado. En cuestión de segundos, la velocidad subió tanto que Isabella quedó hundida contra el asiento. Esa sensación brutal, ese control absoluto del vehículo, era algo que ella misma nunca había conseguido, por más que condujera.

Sofía ya había revisado el mapa durante el camino y tenía claro dónde quedaba el circuito. Isabella le había explicado que esa zona estaba cerrada al paso de otros autos y era completamente segura, diseñada justo para las carreras.

Por eso manejó hacia allá. Durante todo el trayecto, Isabella no dijo ni una palabra. Ni siquiera terminaba de entender lo que estaba pasando. Cuando por fin llegaron al circuito, Sofía preguntó:

—¿Te mareas?

Isabella la miró de reojo. Ver a Sofía de perfil, bajo la luz, resultaba hipnótico. El abrigo negro hacía que se viera aún más imponente; su cara tan tranquila transmitía firmeza pura. Esa calma, unida al brillo intenso de sus ojos, le daba una presencia magnética.

Capítulo 643 1

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