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El Juego del Gato y el Ratón romance Capítulo 2

Julia miraba el paisaje retroceder por la ventana del carro, sintiendo cómo el cansancio le cerraba los ojos poco a poco. Se dejó llevar por el sueño ligero, mientras los recuerdos pasaban por su mente como una película apresurada.

—Siempre y cuando aceptes cargar con la culpa de Olivia Holguín, puedo concederte cualquier cosa que pidas.

Germán, sentado como dueño del mundo en el sillón principal, la observaba con una indiferencia que calaba hasta los huesos. Su voz sonaba seca, sin una pizca de emoción.

En ese momento, a Julia se le dibujó por un instante el asombro en la mirada, pero en seguida fue reemplazado por una mezcla de decepción, sarcasmo y amargura.

Ella soltó una sonrisa amarga y, mirándolo directo, preguntó:

—¿Cualquier cosa? ¿Incluso si te pido convertirme en la señora Barrientos?

El hombre, de facciones tan atractivas como implacables, apenas vaciló antes de responder con voz grave:

—Sí.

El carro se detuvo.

Julia abrió los ojos y se dio cuenta de que ya estaban en Villas de los Corales, la residencia privada de Germán.

Todo se veía igual que hace cuatro años, pero Julia ya no tenía la misma ilusión que la hacía vibrar entonces.

Cuando Josefina vio la transformación de Julia, quedó tan sorprendida como Tomás. Antes, Julia y Olivia solían venir a jugar a esa casa. Josefina recordaba a Julia como una muchacha llena de vida, siempre simpática y risueña; jamás imaginó que en sólo unos años la vida la cambiaría tanto…

Josefina, una de las empleadas de la casa, no tenía ni idea del trato entre Germán y Julia. No entendía cómo después de salir de la cárcel, Julia se había convertido en la señora Barrientos.

Fiel a su costumbre de hablar poco y trabajar mucho, Josefina se guardó las preguntas. Disimulando su sorpresa, guió a Julia hasta la habitación que le habían preparado.

—Señ… digo, señora, hoy ya limpiamos el cuarto. Puede instalarse tranquila.

—¿Mis cosas siguen aquí? —preguntó Julia en voz baja, esforzándose por que su tono no sonara tan áspero.

Bajo la presión tanto de la familia Holguín como de Germán, Julia aceptó ir a la cárcel por Olivia, cortando todo lazo con los Holguín. Antes de ser arrestada, le había entregado a Germán algunas cosas importantes para que las guardara.

Al mirar la foto, Julia no pudo evitar una sonrisa irónica.

En el pasado, incluso si Germán jamás le mostraba una cara amable, y aunque los comentarios malintencionados la hacían pedazos, ella seguía persiguiéndolo como si no existiera nada más en el mundo.

Estaba convencida de que si no se rendía, un día lograría ver la luz después de tanta tormenta.

Pero ahora, lo único que sentía por Germán era miedo y un cansancio que no lograba sacudirse.

Por fin, decidió dejar atrás esa obsesión que tanto le había costado.

Tal vez aquel muchacho que un día la defendió y la hizo sentir la persona más importante del mundo, ya se había quedado perdido en el pasado.

Diez años, desde los doce hasta los veintidós. Ya era hora de cerrar ese ciclo.

Julia se permitió sonreír, liberada, y arrojó el acta de matrimonio en el bote de basura junto a ella.

Cuatro años en la cárcel eran suficiente pago. Desde hoy, ya no le debía nada a Germán.

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